El 25 de marzo de 2015, la región de Atacama fue testigo de uno de los desastres naturales más impactantes de su historia reciente. Un aluvión, desencadenado por intensas lluvias y el desborde de ríos, arrasó con comunidades enteras, dejando a su paso devastación y pérdidas humanas y materiales. Localidades como Alto del Carmen, Vallenar, Copiapó, Tierra Amarilla, Diego de Almagro y Chañaral se vieron gravemente afectadas, enfrentando no solo la destrucción de infraestructura, sino también el desafío de reconstruir vidas y comunidades. Este evento marcó un antes y un después en la memoria colectiva de la región, subrayando la vulnerabilidad frente a fenómenos climáticos extremos y la necesidad de medidas preventivas más robustas.
Nostálgica pudo recoger algunos testimonios de lo que fue esta emergencia, de los habitantes del centro de Copiapó donde el aluvión arrasó con hogares, recuerdos y la tranquilidad de sus vidas. Una de las afectadas, María Angélica Fonceda, relata cómo esa mañana inició con labores cotidianas para transformarse en caos cuando el río desbordado invadió las calles y hogares sin previo aviso. “El agua entraba por todos lados”, recuerda angustiada, rememorando el sonido ensordecedor del río y los escombros que arrastraba: electrodomésticos, maderas y barro.
En su testimonio, María Angélica destaca la ausencia de advertencias que podrían haber prevenido la situación: “Si nos hubiesen avisado, al menos habríamos tomado lo esencial”. Tampoco hubo apoyo inmediato. Familias enteras, embarradas y con lo puesto, tuvieron que depender de su propia voluntad para sobrevivir.
Otro testimonio, el de Joana Rojas, refuerza el impacto de ese día fatídico. Para su familia, también fue una pérdida total. Su hogar quedó inhabitable, y el miedo persiste cada vez que llueve.
El aluvión del 25 de marzo de 2015 también transformó la vida de los habitantes de Diego de Almagro, dejando huellas profundas en la comunidad y, particularmente, en el Cuerpo de Bomberos de esa comuna. Mario Gaete Godoy, quien entonces se desempeñaba como director de Bomberos, revive aquel momento crítico, lleno de caos, incertidumbre y heroísmo.
Los bomberos comenzaron a trabajar inmediatamente, vigilando el cauce del río y preparándose para lo que podría venir. La situación escaló rápidamente, y Gaete recuerda cómo la lluvia, acompañada de un calor inusual y gotas de agua de gran tamaño, se convirtió en una señal clara de que la tormenta sería distinta a cualquier otra vivida en la zona. Esa primera noche, tomó la decisión de instalarse en el cuartel de Bomberos, permaneciendo allí seis días continuos, sin poder regresar a su hogar.
El caos no tardó en apoderarse de Diego de Almagro. Los bomberos enfrentaron momentos críticos en cada rincón del pueblo. “Pensábamos que Copiapó iba a poder ayudarnos, pero ellos estaban pasando por lo mismo. Todo era desesperante”, rememora Gaete.
Pero además hubo un hecho particularmente emblemático que marcó al Cuerpo de Bomberos, como fue el accidente de Álvaro Plaza, un joven aspirante a bombero. Su fallecimiento se convirtió en un punto de inflexión para la institución.
En la comuna de Chañaral, de donde es originario el periodista Christian Palma Pizarro, revivió en conversación con Nostálgica los momentos previos y las primeras horas del aluvión que marcó profundamente a la Región de Atacama.
Según recuerda Palma, todo comenzó el 24 de marzo, la región estaba en alerta debido a un evento climático significativo, pero no se tenía conciencia de la magnitud de lo que estaba por venir. Ese día, Christian acudió al río Copiapó para observar cómo crecía, un espectáculo que hacía mucho tiempo no ocurría debido a la sequía. Sin embargo, lo que aparentaba ser una muestra de la fuerza de la naturaleza pronto derivaría en una tragedia sin precedentes.
En la mañana del 25 de marzo, una llamada telefónica de su padre desde Chañaral cambió todo. Con voz llena de asombro y preocupación, su padre relataba cómo su negocio, ubicado en la zona cero frente al Supermercado Zamora, en la calle Merino Jarpa, había sido alcanzado por las aguas. Entre los objetos arrastrados por el caudal, un bote apareció frente al local. Su padre describía cómo el agua había alcanzado más de un metro y medio de altura en los locales y viviendas de la zona.
Con alivio, Christian Palma encontró a su familia en las zonas altas de Chañaral, a salvo, aunque con el negocio de su padre severamente afectado. La suerte no fue igual para muchos de sus amigos y vecinos, quienes perdieron sus hogares y pertenencias.
Desde su rol profesional, Christian asumió una tarea crucial: informar. Se puso a disposición de las autoridades y se convirtió en un puente de comunicación, transmitiendo información esencial para coordinar ayuda. Su labor no se limitó a narrar la tragedia; también movilizó la solidaridad de chañaralinos en otras regiones y promovió la llegada de recursos y apoyo para los damnificados. Como corresponsal del diario La Tercera y colaborador de otros medios nacionales, su trabajo fue aportó una enormidad para visibilizar la emergencia y canalizar esfuerzos de ayuda.
Pero el compromiso de Christian no terminó ahí. Sus jornadas eran divididas entre las mañanas dedicadas al periodismo y las tardes trabajando codo a codo con los afectados, removiendo barro antes de que se endureciera y colaborando en las labores de limpieza. Las palabras de Palma reflejan no solo los hechos, sino también el impacto emocional y las huellas imborrables que dejó esta tragedia en la comunidad y en sus habitantes.
El aluvión de 2015 arrasó con hogares, recuerdos y sueños, marcó profundamente a los habitantes de Copiapó y otras localidades de Atacama, esto motivó a la periodista y escritora Jéssica Acuña a plasmar estas experiencias en un libro de crónicas que narra el desastre natural, pero a la vez la fortaleza de las personas por levantarse luego de la tragedia.
En conversación con Nostálgica, Jessica Acuña, periodista y escritora recuerda cómo el caos inicial dejó tras de sí no solo destrucción física, sino también emocional. Relata las calles cubiertas de barro, el aire cargado de polvo y la desesperación por la falta de servicios básicos. Sin embargo, su libro no solo documenta el desastre; también busca reflexionar sobre cómo las comunidades enfrentan lo inimaginable y encuentran formas de resignificar su dolor.
Para Jéssica, más allá de los relatos individuales, el libro “Olas de Barro” es un homenaje colectivo. “Es para aquellos que vivieron el desastre, para quienes ayudaron a otros, y para quienes resistieron cuando todo parecía perdido”, afirma.
La pérdida de hogares, muchos de ellos construidos con esfuerzo durante décadas, tuvo un impacto devastador no solo en lo material, sino también en lo emocional. Jéssica señala que los recuerdos más valiosos como fotografías, cartas, objetos que narran historias de vida, también se perdieron en el barro.
La obra de Jéssica Acuña nació de la tragedia, siendo un testimonio de la fragilidad de lo material, pero también de la fortaleza del espíritu humano para reconstruirse y seguir adelante, recordándonos que incluso en el barro más oscuro, pueden surgir historias de esperanza y transformación.
El 25 de marzo de 2015 marcó un hito en la historia de Vallenar, según recuerda Cristian Tapia, actual diputado y entonces alcalde de la comuna. A pesar de las previsiones iniciales que indicaban lluvias moderadas de 5 a 7 milímetros, la realidad superó las expectativas con precipitaciones intensas que pusieron a prueba la capacidad de respuesta de la ciudad.
Hoy, a 10 años de la tragedia de los aluviones, Cristian Tapia lamenta que estas labores preventivas no se hayan mantenido en años posteriores. Según él, la falta de continuidad en el mantenimiento del río y otras medidas de protección deja a la comuna vulnerable ante futuras emergencias.
Por su parte, Miguel Vargas Correa, actual gobernador regional de Atacama y ex intendente en ese tiempo, compartió con Nostálgica su experiencia en el manejo de una de las mayores catástrofes naturales en la historia de la región. Aquel evento tomó a todos por sorpresa, según Vargas, sin alertas previas sobre la magnitud de las precipitaciones que generaron violentos aluviones en diversas comunas como Tierra Amarilla, Alto del Carmen, y posteriormente en áreas como Copiapó, la Quebrada de Paipote y la cuenca del Rio Salado. El fenómeno, causado por lluvias inusuales en altitudes superiores a los 4.200 metros, arrasó con comunidades enteras, destruyendo viviendas, infraestructura pública y privada, y dejando toneladas de barro y sedimentos a su paso.
El proceso de recuperación evidenció la lentitud y limitaciones del aparato estatal, una percepción compartida por los afectados. Sin embargo, según lo señalado por Miguel Vargas, se destacó la colaboración entre el gobierno, el sector privado, empresas mineras, y la sociedad civil como clave para avanzar en la limpieza y reconstrucción.
En ese contexto, un tema importante tiene que ver con la transparencia en el uso de los recursos, como los 500 millones de dólares aportados por la ley reservada del cobre, los sigue siendo un tema debatido, pero indicó Vargas Correa que “si uno mira la cantidad de proyectos que se incorporaron en el Plan, claramento, el objetivo se cumple ya que todas las iniciativas se materializaron”.
Miguel Vargas Correa, ahora gobernador regional de Atacama, reflexionó sobre los avances logrados y los desafíos pendientes para enfrentar futuros desastres naturales. Aunque reconoció que la región está mejor preparada, admitió que los esfuerzos no son suficientes para garantizar la seguridad total de los habitantes.
Ya a diez años del catastrófico aluvión de 2015, no todos tienen la misma visión respecto de los avances y el cumplimiento de las promesas cumplidas. Según María Angélica Fonceda, las autoridades ofrecieron soluciones que nunca llegaron
La vecina Joana Rojas confirma esta percepción: “Basta mirar alrededor para ver que todo está como al inicio”.
Nostálgica pudo conversar con el abogado, Sergio Gallardo, que lidera el caso de los vecinos damnificados por el segundo aluvión del año 2017 en Copiapó, confía en que este año se dictará una sentencia en la demanda interpuesta en 2020. El proceso judicial ha tomado cerca de cinco años y actualmente se encuentra en su etapa final, según declaró el abogado.
La demanda busca una indemnización de perjuicios por aproximadamente 68.000 millones de pesos, representando a 152 personas que sufrieron graves afectaciones debido al aluvión. “Creemos y tenemos la convicción de que este año ya deberíamos tener sentencia”, indicó Gallardo, destacando la importancia de una resolución para las personas afectadas.
El caso está dirigido contra el Estado, específicamente contra el Ministerio de Obras Públicas (MOP), así como contra la Municipalidad de Copiapó.
Dentro de toda esta tragedia, hubo muchas historias de solidaridad hacia los afectados, desde instituciones estatales, como desde el sector privado, como la Cámara Chilena de la Construcción, que le correspondió liderar parte del proceso, además de personal uniformado de Carabineros, Ejército, Armada y PDI, funcionarios de la salud, municipales, sumado a los cientos de voluntarios anonimos que salieron cada día a ayudar a sacar el barros de viviendas y calles. También es destacable el apoyo que llegó desde muchas ciudades de Chile con agua, alimentos, ropa y utiles de aseo.