Cerrar

La sacrificada vida del boxeador campeón de Chile que trabaja como soldado durante el toque de queda

Fue el 7 de julio de 2019. José Argel buscaba el título de Chile en la categoría pluma frente al recio Juan Jiménez. El combate tuvo un inicio parejo, pero poco a poco Argel logró imponerse. Sus zapatillas fluorescentes dejaban una estela luminosa sobre la lona mientras castigaba el cuerpo de su rival con feroces ganchos. No pudo noquear, pero las tarjetas lo dieron por ganador. Él sabía que iba a ser así. Se paró al medio del ring y con rostro serio realizó la clásica reverencia militar. Los compañeros del Ejército lo aplaudieron desde la galería.

Han pasado más de diez meses de ese combate y la vida lo encuentra en un escenario totalmente distinto. Sigue siendo el campeón, pero el boxeo ha quedado momentáneamente relegado. Por las noches, se pone su uniforme y sale a patrullar las calles de Iquique. Debe fiscalizar que se cumpla toque de queda decretado por la crisis del coronavirus.

“Para mí nada ha sido fácil. Ni en la vida ni en el boxeo, pero tengo objetivos por cumplir. Si tomamos un camino, hay que seguirlo hasta el final”, le cuenta a Emol.

Durante la entrevista, el “Comando” repite varias veces que hay que ser fuerte y perseverante. Echa a rodar la memoria y se sorprende a sí mismo al darse cuenta que lleva una década peleando. Todo partió en su natal Puerto Varas, cuando tenía 15 años. La pasión venía de familia. Sus abuelos, sus tíos y su papá también habían sido boxeadores.

Argel tras ganar el título de Chile (Crédito: Instagram @jc_1argel)

Hizo más de ochenta combates como amateur y llegó la citación a la selección nacional. Siendo un adolescente, viajó a Iquique para prepararse con miras a un clasificatorio panamericano y allí sufrió su primera gran decepción. Le avisaron que por falta de recursos no iba a poder ir a Argentina.

La amargura fue grande. Pensó en dejar los guantes y dedicarse a otra cosa, pero en la ciudad nortina tenía un conocido: Charles Villaroel. Bajo el alero del “profe”, creció y rápidamente saltó al profesionalismo. Había planes y el futuro parecía tener un barniz brillante. Sin embargo, Villaroel murió. Encontraron su cadáver en la playa Cavancha con impactos de bala.

“El más que mi ‘profe’ era como mi padre o mi abuelo. Cuando él ya no estaba, me sentía solo, una parte de mí se fue. Pasé por un momento súper difícil, caí súper bajo en ese tiempo. No entendía las cosas y lo único que pude hacer fue acercarme a mi familia. Salí muy chico de mi casa, desde los 17 años que dejé de vivir con ellos. Eso me impulsó, uno nunca tiene que darse por vencido. Hay que luchar, porque la vida no es fácil, pero depende de uno. Si uno quiere salir adelante, puede”, comenta.

Argel quiso alejarse un poco del boxeo, “buscar otro rumbo”. Se matriculó para estudiar Administración de Empresas en la universidad, pero un día pasó por afuera del cantón de reclutamiento y le llamó la atención. Dejó sus datos y al poco tiempo lo llamaron.

Afirma que en el regimiento ha podido que reconducir su vida. Ya lleva tres años y es soldado de tropa profesional del Centro de Entrenamiento de Combate Acorazado del Ejército. También recuperó el gusto por el boxeo. Termina reventado después de trabajar, pero toma un respiro y parte al trabajo.

El púgil ha salido a patrullar durante la pandemia (Crédito: José Argel)

“Ha sido súper fuerte. Tengo 25 años y no sé cómo he dado tanto de mí porque no he parado de entrenar. Muchas veces he estado muy cansado y con ganas de no hacer nada. Comenzamos el horario de trabajo en el Ejército a las siete de la mañana, pero yo tengo que entrenar antes. Me levanto a las cinco y media y después trabajo hasta las cinco de la tarde. Duermo una hora y a las siete tengo que estar en el gimnasio entrenando hasta pasadas las nueve. Así era mi vida de lunes a sábado”, declara.

Antes de la pandemia, se preparaba defender su título y su récord perfecto (8-0-0) ante Luis Cruzat. Ahora no tiene idea cuando volverá a pelear. Si bien sigue entrenando, su cabeza está enfocada en trabajar y trabajar.

“En un principio, a la gente le afectó el control militar porque la ciudadanía no está acostumbrada a tener una hora para entrarse a las casas. Nosotros estamos preparados para hacer esa labor, aunque igual fue algo nuevo. Pero ahora la gente responde mejor, es más responsable, va con su salvoconducto, con su documentación. Ha funcionado”, expresa.

A veces José Argel mira fotos y extraña a la familia que lo espera en el otro extremo del país. Extraña las navidades, las fechas importantes y reconoce que ha pensado dejarlo todo y volver, pero todavía le quedan varias metas por alcanzar. La más próxima es pasar el examen y quedar en la Escuela de Suboficiales. Vuelve a repetir que en la vida hay que ser fuerte cuando el viento se levanta.

 

 

scroll to top