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Marcelo Salas, el dirigente matador

Ha estado en la discusión durante la pandemia. Su estilo de mando en Temuco, donde el viernes llegó finalmente a un acuerdo con el plantel, genera adeptos y críticos. Cómo es, cómo piensa el legendario goleador, que convertido en jefe es igual o más implacable.

Un asado en la casa del Matador. Qué mejor forma de celebrar el exitoso final del Diplomado en Gestión y Marketing Deportivo de la Universidad Gabriela Mistral. Los casi 20 compañeros y sus parejas se dieron cita en su propiedad de Santa María de Manquehue. Distintos tipos de carne, ensaladas, vino de calidad y licores. Todo de lujo. La noche ideal para compartir. Antes de iniciar el festejo, eso sí, Marcelo Salas no permitió que nadie esquivara la cuota: $ 10 mil por comensal. Una cosa es la amistad y otra la cuenta cuando se trata del legendario goleador del fútbol chileno.

La historia de 2006, cuando Salas quemaba sus últimos cartuchos como jugador en la U (se retiró en 2008), anécdota contada por compañeros de curso, refleja un principio clave para entender a quien hoy es propietario de Deportes Temuco. Los negocios son negocios y quienes trabajan con él, aunque sean amigos, deben entenderlo así. “Todos o casi todos los que han trabajado con él, han tenido problemas en algún momento o han terminado mal. No es fácil trabajar con él”, explica Cristian Mora, su compañero en la U, en la Selección y en el mismo diplomado donde el zurdo empezó a darle vida al proyecto personal que hoy lo tiene como controlador del equipo de la Primera B.

En septiembre de 2011, Mora fue contratado por su amigo para dirigir el primer equipo de Unión Temuco, la primera incursión como dirigente del Matador. No le fue bien. En mayo de 2012 ya estaba cesante. “Los resultados no se dieron, al menos no desde su perspectiva. Y está bien, yo no quería que nuestra amistad fuera una excusa. Si él quería sacarme, perfecto, pero yo exigí que se me indemnizara como correspondía a mi contrato, fui a hablar con Marcelo y a él no le importó mucho lo que le dije. Muy frío, me mandó a hablar con otras personas del club. Desde ese día nunca más tuvimos contacto”, relata el exdefensor, quien hoy trabaja como administrativo en Red Bus.

La pelea se resolvió en tribunales, porque Mora demandó y perdió. Hoy se arrepiente de haber ventilado el conflicto. Dice que su familia la pasó mal. Prefiere quedarse con otra imagen de Salas: “Una vez, cuando Marcelo estaba en su mejor momento en la Juventus, le pedí que me acompañara a un hogar de niños en Peñaflor. Ni lo dudó, llegó de Italia y me pidió que lo fuera a buscar al aeropuerto. Y de ahí directo a Peñaflor. Así era él y me quedo con ese recuerdo, la amistad que tuvimos en una época”.

A diferencias de otros futbolistas extremadamente exitosos, Salas nunca fue de armar un séquito de aduladores a su alrededor. No cualquiera entraba ni entra hoy a su círculo. Es su forma de diferenciar entre los que se acercan por interés o por afecto real. Siempre fue así. Todavía lo es. Muchos deben pensar que si se arma una pichanga, él paga la cancha. Pero no, él pone su cuota, conversa un poco y después se va, cuenta un personaje del fútbol que mantiene una relación estrecha con él. “Marcelo es súper selectivo. Seguramente ha tenido muchas desilusiones en sus amistades. Ha tenido compañeros que tenían amigos parásitos. Él siempre ha evitado eso”, añade Ronald Fuentes, quien también jugó con Salas en la U y en el Mundial de Francia 1998.

Ese estilo frío, para muchos parco, lo mantiene también en la relación con sus pares de la ANFP. No participa mucho de los Consejos. Solo asiste a los que considera realmente importantes. Ni hablar de la guerras entre los clubes por manejar el poder de la asociación. De esas roscas sí que se borra irrevocablemente. De hecho, no acepta que lo metan en grupos de WhatsApp de directivos. Con eso se ha ganado detractores, pero también respeto. “Es un tipo súper correcto, muy reservado. No se mete mucho en la ANFP, solo se preocupa de lo que pasa en Temuco. Es un dirigente que es sí o no, no se anda con rodeos. Tengo la mejor impresión de su labor como presidente”, comenta Jorge Fistonic, vicepresidente de Deportes Iquique.

Desde su escaño, fue opositor firme a Sergio Jadue. Lo dijo públicamente y fue de los pocos con voz en Quilín que lo fustigaron en alto cuando estalló el FIFA Gate. Antes, igual fue parte de algunas delegaciones oficiales de la Federación bajo el mando del calerano. Asistió en 2013 al triunfo de la Roja en Wembley sobre Inglaterra y participó de la cena oficial, donde varios ingleses le pidieron fotos y autógrafos. Al Mundial 2014 también viajó como dirigente, al Chile-Holanda. Lo hizo con su hija mayor. Para Jadue fue un logro que fuese.

Harold Mayne-Nicholls conoce al Salas de camisa y pantalón de tela, pero también al que todavía usa cortos y zapatos de fútbol. Comparten colores en la Liga Independiente de Peñalolén (LIF), en el Old Georgians FC, pero en categorías distintas. El exseleccionado nacional juega en la serie Supersenior. “Va casi todos los domingos. Y participa con los muchachos. Es muy atento con todos, cero problemas”, apunta el ejecutivo albo. Y agrega: “Se ve bien activo en todo lo que hace. Con su nivel marca diferencias, está claro. Un gran aporte al equipo, pero ya no juega de delantero, ahora se engancha más. Me dice que quiere compartir conmigo una cancha, pero es imposible. Yo tendría que sacarme años o él tiene que crecer”.

Salas asiste regularmente a Pitbull, un centro de entrenamiento funcional de alta exigencia. Con la cuarentena ha intentado mantener las rutinas, por vía remota. En Santiago también juega fútbol con amigos. No le gusta compartir con desconocidos. Es desconfiado. Si le hacen una, no lo perdona más. Va al Club Palestino y se junta mucha gente cuando juega en la cancha principal. Ha competido en esos partidos con Kalule Meléndez o profesionales activos como Felipe Seymour y Cristóbal Jorquera. Después acepta tomarse fotografías con los fanáticos. La mayoría de las veces hay tercer tiempo en alguna casa. Salas no asiste a todos.

Durante la crisis de la industria por la pandemia de coronavirus, Marcelo Salas ha tenido especial protagonismo. A sus futbolistas los mandó al seguro de cesantía, apoyado en la Ley de Protección al Empleo. Con el Sifup, deslizó denuncias graves de falta de probidad. El Matador dice que negoció con su plantel, su plantel responde que lo hizo con la pistola sobre la mesa y sin espacio al diálogo. Veteranos como Droguett o Canio lo acusaron de haber olvidado su etapa en una cancha. Tres meses en la AFC fue el resultado de esta pelea, finalmente resuelta el viernes, con una reducción de salarios pactada. Salas es de pocas palabras cuando negocia, pero firme. Cuando jugador fue igual. “En las negociaciones por los premios estaba Zamorano, Salas, Tapia y yo. Marcelo siempre pensó en todo el equipo, nunca se aseguró. Fue de la idea de repartir las platas entre los que jugaban un minuto y los que jugaban siempre”, resalta Ronald Fuentes.

No es primera vez que se enfrenta con subalternos en el club albiverde. Así como con Mora, también acabó mal su relación laboral con Marcelo Peña, otro exfutbolista, y de sus mejores amigos, que llevó a un cargo y con quien ya casi no tiene relación. O Milton Flores, exgerente deportivo, que demandó a Temuco en 2017 por despido injustificado y apropiación indebida, causa que llegó hasta la Corte de Apelaciones, donde Salas, apuntado directamente, fue sobreseído. En la ciudad del Ñielol se sabe que el Matador es testarudo y que muchas veces eso le juega en contra. Uno que trabajó codo a codo con él fue Martín Ossandón, quien hoy ejerce para Arturo Vidal como gerente deportivo de Rodelindo Román. Entre 2017 y 2019 fue parte de la plana ejecutiva del club del Pije, hasta que renunció. Reconoce que Salas tiene un estilo muy cortante cuando es necesario: “Pero es mejor un dirigente así, si es que su prioridad es el desarrollo del club que maneja y no el beneficio personal. Yo agradezco mi paso por Temuco, aprendí mucho ahí, y me fui bien”.

Su padre Rosemberg, su sobrino Christopher y su hermana Claudia Salas acompañan al ex River Plate en la administración de Temuco. Raúl Jélvez, abogado y principal asesor, también tiene propiedad del club y es parte del directorio. El jurista es la mano derecha y el Matador lo escucha siempre, especialmente cuando hay que tomar definiciones complejas.

¿Qué tanto cambió Chamelo (así le decían de niño) respecto al hombre con poder que hoy es? Quienes le conocen dicen que su personalidad mantiene características básicas. De pocas palabras, reservado, pero implacable a la hora de resolver. Como era frente a los arqueros. El mayor contacto que tuvo Salas con Mariano Puyol, justo de quien heredó en 1993 el número 11 en la U (“al mes que debutó yo me fui”), fue con uno en la Lazio y el otro a cargo de la juvenil azul. Durante dos años consecutivos, el ariete se ponía a punto con las cadetes antes terminar sus vacaciones y volver a Italia. “En el Caracol inclusive unos días entrenábamos en las canchas de maicillo. Yo le decía que solo podíamos entrenar ahí y él no tenía problemas”.

En su primera etapa con Unión Temuco también era de sumarse a los entrenamientos del primer equipo. Con el tiempo dejó de hacerlo. Le recomendaron que era mejor mantener la distancia con quienes ahora ve como subalternos. “Una cosa es ser futbolista y otra es ser dueño de un club. No puedo juzgar nada en ese sentido, solo puedo decir que al menos para esa experiencia que tuve con él, que quizás no se acuerda, fue espectacular”, refuerza Puyol.

Salas, el jugador. Salas, la leyenda. Salas, el dirigente. Distintas etapas de su vida, distintas decisiones. Salas, siempre el Matador.

FUENTE LA TERCERA

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