Catalina Maluk
Directora Escuela de Economía y Negocios UCEN
Con la llegada de las festividades de Septiembre, uno de los beneficios más esperados por los trabajadores es el aguinaldo. Es un gesto muy anhelado que, además, en estos tiempos cobra una especial relevancia por las circunstancias coyunturales que cruzan al país y que hacen del aguinaldo una oportunidad para estrechar lazos entre las empresas y sus colaboradores.
La pauta siempre la entrega el sector público que, para este año, asigna montos que van desde los 53 mil a los 76 mil pesos, dependiendo de las escalas de remuneraciones de sus funcionarios; en tanto, en los pensionados el monto base del aguinaldo es de poco más de 20 mil pesos.
Para el sector privado, la entrega del aguinaldo es más bien voluntaria, aunque si la empresa lo ha otorgado en ocasiones anteriores, se entiende que opera como un derecho adquirido por los trabajadores. Ahora bien, es obligatorio si el beneficio está explicitado en el contrato de trabajo y en el caso de los convenios colectivos sindicales.
Más allá del monto, el aguinaldo encierra un valor muy importante en la relación laboral; representa un gesto que puede incidir positivamente en la motivación, en el clima laboral y en la productividad; sobre todo a la luz de las aperturas que implican los avances de fases y esta suerte de preparación permanente para nuevos reencuentros, con mayores aforos, aunque con las mismas medidas de cautela sanitaria.
En tiempos en que el debate se ha centrado en la eficiencia de medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) o los retiros de las AFP, hace falta restituir el valor social de un beneficio económico tan especial como el aguinaldo.
Fuente: Dirección de Comunicaciones Corporativas. Universidad Central