David Covarrubias Reiss, Psicólogo, académico Universidad Central Región Coquimbo
Una de las ideas que más resuena en las reflexiones post pandemia se refiere al impulso que le dio al desarrollo tecnológico esta crisis sanitaria mundial, acelerando procesos de cambio y transformación digital en las organizaciones. Si bien, nuestro país ya venía con un fuerte impulso hacia la digitalización e implementación de nuevas tecnologías, sin duda la pandemia obligó a efectuar ese proceso mucho más rápido de lo previsto.
En este sentido, las organizaciones grandes y pequeñas, se debieron adaptar a digitalizar una serie de procesos, tanto de marketing, ventas y de procesamiento industrial. Pero, lo interesante de todo esto es que las claves para la transformación digital no son las tecnologías, sino las personas.
Y ahí aterriza una interesante idea que invita a pensar: Entonces, si el foco son las personas, ¿Cómo motivar a los trabajadores a sumarse a esta transformación?, ¿Cómo ser más eficientes en los procesos de gestión y venta con los clientes?, ¿Cómo alinearme con los proveedores en procesos digitales?, para ello está las claves del liderazgo para la transformación digital.
El Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT, desarrolló una interesante investigación en el 2018, explorando sobre las principales características culturales y de liderazgo de las organizaciones que han “madurado digitalmente”. El término se refiere a entidades que han podido adaptar exitosamente modelos digitales de negocios y no han fracasado en el intento.
Entre las características que se repiten en esas experiencias exitosas están las que señalamos a continuación:
Uno de los elementos es “la visión a largo plazo”. ¿Qué implica esto?, implica pensar en la organización no hoy día ni mañana, sino que proyectarla a largo plazo, a 5, 10, 20 años, problematizar e instalar en los trabajadores una visión futura, que invite a reinventar la organización. Otro de los elementos que el estudio destaca, es el concepto de “pensamiento divergente”, con ello se refieren a invitar a todos/as los/las colaboradoras a proponer ideas, aunque sean distintas, aunque la jefatura piense lo contrario; no coartar ninguna idea, al contrario, generar espacios para potenciar ideas distintas, aceptando el pensamiento diferente. También la “colaboración sin fronteras” plantea involucrar a personas de otros departamentos, no necesariamente de lo que son especialistas, sino precisamente de lo contrario.
Esta revisión nos invita también a pensar en el escenario político que fuimos testigos estos últimos días en la elección presidencial en nuestro país. El animo democrático y la impecabilidad del proceso eleccionario en términos generales, siembra un camino de respeto y de colectivismo, de aprovechar nuestras diferencias como ciudadanos para poder construir un Chile mejor.