Los actores del sector cultural deben estar claramente alejados de la visión tradicional de ver la cultura solo como un entretenimiento y ornamento, donde priva la anarquía. La cultura es libre por ser creación humana y no está atada a la rigurosidad de un método, por el contrario, la política y la acción cultural dirigida por las instituciones, asociaciones y otros órganos responsabilizados, debe estar claramente administrada y gerenciada.
El sector cultura es y puede ser un sector productivo, en efecto, ya que muchas personas viven de la cultura: el músico, el artesano, el pintor, los directores de instituciones, entre otros, representan un número significativo de personas que hacen vida económica de lo cultural. Pero este sector pudiera adquirir un mayor grado de organización sí los propios actores culturales no solo garantizan la defensa de sus deberes y derechos, la justa remuneración, sino también la comercialización sistemática de sus productos. Así mismo, la cultura y la historia es el mayor promotor turístico.
Muchas personas se sienten atraídas de visitar los lugares y llevarse una clara concepción de su historia, sus particularidades y de los elementos que las diferencian con otras localidades, y así ofrecer los bienes y productos autóctonos.
Es necesario desarrollar un turismo de carácter cultural, no se trata de su vulgar comercialización, sino de promover el turismo y al mismo tiempo nuestros valores históricos, pero también permitir que los cultores puedan vivir dignamente de lo que producen. Por ello es necesario cambiar la concepción ritualista, fetichista, puritana de lo cultural. Los grandes centros turísticos mundiales ya han logrado este cometido, haciendo uso del patrimonio tangible (casas antiguas, viejos conventos, ruinas, sitios históricos) e intangible (música, literatura, artesanía, entre otros) pero al mismo tiempo garantizando su conservación a través de los recursos generados por este rubro.
La inversión en la valorización de la identidad puede constituir una estrategia efectiva de desarrollo sustentable e incluyente de dichos territorios. Cuando hablamos de economía cultural, nos referimos al conjunto de estrategias que tratan de transformar este conocimiento en un recurso financiero.
Frente a esto, es necesario crear una política que relacione el sector turístico y cultural, que junto a las instituciones, las normativas y ordenanzas de este sector, deben estar claramente vinculadas entre sí. De no ser así, la promoción del turismo puede desvalorizar nuestro patrimonio, que será visto solamente desde el punto de vista simbolico-comercial.
Por: Pedro Rodríguez Rojas, Académico, Universidad Central región Coquimbo