Este 8 de marzo, día internacional de la Mujer Trabajadora, en todo el mundo conmemoramos la lucha por la equidad, el reconocimiento, y el ejercicio efectivo de nuestros derechos.
Vemos los preparativos previos que muchas mujeres y colectivas se encuentran desarrollando para poder conmemorar este día, como fuente de reivindicación y visibilización de las múltiples opresiones que diariamente experimentamos y vivimos en el mundo del trabajo, y que lógicamente han sido invisibilizadas y naturalizadas por un sistema social que no logra comprender las necesidades, ni mantener una mirada interseccional de lo que significa ser mujer en el mundo laboral.
En este sentido, el contexto educativo no puede estar ajeno de esta lucha permanente, toda vez que históricamente los estereotipos de género han sido asociados a la docencia, especialmente de los niveles iniciales, prebásica y básica, siendo una forma donde “naturalmente” hemos sido las mujeres quienes nos hemos dedicado al cuidado de niños y niñas, como parte de nuestro rol establecido, impuesto y delegado a nivel social. En otras palabras, cuidadoras en la esfera privada, en el mundo doméstico y al servicio de los demás, siempre que el mercado del trabajo no nos necesite.
Frente a ello, ¿Cómo es posible que, con todas las luchas sociales desarrolladas en nuestro país, en nuestra región, aún no podamos garantizar una educación con perspectiva de género? Es un camino largo, muchas veces invisibilizado. De igual manera, tampoco hemos podido generar paridad en acceso a cargos directivos, ni al poder que los sistemas educativos desarrollan, aún sigue siendo un terreno de permanente lucha, como finalmente la corresponsabilidad en la crianza, siendo las trabajadoras de la educación, como muchas otras mujeres, quienes debemos responder a todos los frentes que exige la crianza y la compatibilidad con el mundo laboral.
La instalación de prácticas sexistas que son sustentadas por los diversos sectores validados del sistema patriarcal, propician que las mujeres lejos de callar, tengamos que salir cada día, y cada 8 de marzo a las calles. Ya no somos sólo las víctimas de un sistema, sino más bien que resistimos todos los días, siendo protagonistas en las manifestaciones y en las luchas que hemos estado liderando en los últimos tiempos. Como mujeres trabajadoras, como madres, estudiantes, dueñas de casa, en un sistema capitalista, neoliberal y sobre todo patriarcal, al resistir sin duda hemos ganado.
La doble presencia, doble jornadas laborales, el trabajo doméstico, la violencia patriarcal y por tanto machista, la educación sexista, falta de derechos sexuales y reproductivos, problemas frente a la gran brecha salarial, feminización de la pobreza, derecho a sala cuna y a tiempos de cuidado, son elementos y conflictos que debemos visibilizar, hoy 8 de marzo y todos los días, (porque nos rebelamos cuando queramos, no solo un día en especial), debemos verbalizar, y movilizarnos desde la autogestión, auto- colectivización, vista y expuestas desde los ojos de mujeres. Mujeres inmersas en la educación.
Hoy salimos en esta conmemoración, por los derechos laborales, por los derechos de las mujeres en educación, por los derechos de las niñas que puedan ser educadas bajo una mirada no sexista, equitativa y justa. Seguir manteniendo las prácticas sexistas dentro de la escuela sólo perpetúa las desigualdades sociales y laborales. Debemos seguir en las calles, manifestando, hablando, educando, acompañando y por sobre todo denunciando, para que nunca más se tenga la comodidad de nuestro silencio.