Debemos hacer de la reactivación y revinculación educativa nuestra prioridad. El Ministerio de Educación avanza en el sentido correcto: campañas para incentivar la asistencia y la lectura; gestores territoriales para ir a buscar a niños, niñas y jóvenes; aulas de reingreso y fortalecimiento de la Educación de Jóvenes y Adultos para aprovechar lo existente y potenciarlo hacia el reingreso. Todas estas medidas espero sean confirmadas y amplificadas por el Consejo para la Reactivación. Se trata de esfuerzos de largo aliento, por lo que se requiere inyectar recursos extraordinarios y sostenerlos para que se conviertan en políticas públicas que fortalezcan nuestro adolorido sistema educativo.
Es importante no romantizar el problema.
Los niños, niñas y jóvenes excluidos de la educación no creen en el sistema. Por eso han optado por otros caminos más atractivos o prácticos: una pega precaria… pero que salva; una pega arriesgada pero rentable… como ser parte de un portonazo al mes; hacerse cargo de la casa para que los mayores trabajen; las responsabilidades de un embarazo precoz, que al menos le hace sentir a la joven madre que tiene algo propio: un hijo; la imposibilidad de abandonar a una abuela postrada, mientras la madre se droga a diario; el aletargante consumo que evade del duro día a día; la sensación, fortalecida durante las cuarentenas a causa de la pandemia, de que el colegio no sirve.
Hay más de una decena de razones que explican por qué hoy en Chile hay más de 224 mil niños, niñas y jóvenes fuera del sistema escolar. Yo me siento interpelada cuando un joven busca en la delincuencia sobrevivencia, cuando cree que no tiene más alternativas. La escuela les falló: los trató mal, los ignoró, los castigó, los descartó, los hizo sentirse tontos, mal comportados, complejos y flaites.
Pero podemos cambiar esto. En las experiencias de reingreso que hace 30 años impulsamos en Fundación Súmate vemos ese milagro de transformación año a año. A quien quiera profundizar en ello, lo invitamos a conocernos.
Los que trabajamos en el reingreso escolar, hoy estamos aplanando las calles de las comunas donde sabemos se concentran los 50 mil jóvenes que se matricularon en 2021 y no asistieron nada o casi nada a clases en 2022. Estamos pidiendo los datos de los 220 mil que hace años se quedaron atrás, datos que no tenemos actualizados. Impulsamos iniciativas como las aulas de reingreso para que estén lo antes posible por todas las comunas de nuestro país. ¿Por qué? Porque vivimos diariamente la urgencia cuando comprobamos que llegamos tarde.
La invitación entonces es a priorizar cuatro medidas imperativas: 1) Discusión inmediata del proyecto de ley para implementar una subvención para la modalidad educativa de reingreso; 2) instalación en las Oficinas Locales de la Niñez, dependientes del Ministerio de Desarrollo Social de la temática de la exclusión; 3) desarrollo de aulas de reingreso, en cada comuna del país; y 4) mejorar y ampliar los fondos concursables de reinserción, focalizándolos en el financiamiento de proyectos de búsqueda y reincorporación de los niños, niñas y jóvenes al sistema escolar.
Cada uno de nosotros, por ética o por mero pragmatismo (para evitar que adolescentes y jóvenes vulnerables se conviertan en carne de cañón de la delincuencia, el narco y el crimen organizado), debe evangelizar y evangelizarse en el valor protector de la escuela y el derecho a la educación y su valor como herramienta de promoción social. Esto es reactivación: recuperemos esas vidas y como dice una campaña que acabamos de lanzar en redes sociales, logremos que la calle oscura y oportunista, la calle mala, no sea la única escuela de los excluidos.
Por: Por Liliana Cortés, directora de fundación Súmate