Malva Mora (47) dice que nunca olvidará la tarde del jueves 2 de febrero de 2023. No porque sea una fecha que rememore con alegría, al contrario, ese fue el día en que ella, su esposo e hijo pequeño vieron cómo las llamas provocadas por los incendios forestales consumían la casa que por 20 años había sido su hogar. Fue en el sector de Colico, a 17 kilómetros del centro de la comuna de Santa Juana.
“Esa tarde el fuego había comenzado primero en el peaje de Nacimiento, a casi 60 kilómetros de nuestro hogar. Pero debido a las grandes ráfagas de viento las llamas se propagaron rápido y en una hora ya estaban a dos metros de nuestra casa. Con mi marido tratamos de bombear agua de un pozo para evitar que el fuego avanzara, pero fue tanto el pánico que sentimos en ese momento, que solo pudimos arrancar. Lo perdimos todo: nuestra casa, bodega, herramientas, generador. No quedó nada”, cuenta Malva.
Ubicada en la Región del Biobío, Santa Juana fue una de las comunas más afectadas por los megaincendios. Y es que solo en ese sector, los siniestros que comenzaron el 28 de enero y tuvieron su peak hasta la primera quincena de febrero arrasaron con cerca de 80 mil hectáreas, dejando más del 50% de las viviendas en el suelo y alrededor de 14.500 personas damnificadas. Mientras que a nivel nacional los incendios afectaron una superficie mayor a 416.000 hectáreas, la segunda peor temporada desde que se monitorea este tipo de desastres.
Fue bajo este contexto que la destrucción obligó al Presidente Gabriel Boric a iniciar un plan de reconstrucción, bajo un presupuesto cercano a los $ 229 mil millones para la entrega de viviendas de emergencia y definitivas, reactivación productiva, sustentabilidad, entre otros ejes. Un trabajo de coordinación que fue delegado en su momento a la exministra Paulina Saball. “No va a haber ninguna persona sin solución habitacional para el invierno”, prometió el Mandatario en reiteradas ocasiones.
Malva fue una de las beneficiadas. Durante el mes de mayo recuerda que el municipio a cargo de la alcaldesa Ana Albornoz (Ind.) le entregó una mediagua para ser usada como vivienda provisoria. “Pero llegó en malas condiciones, tenía fugas, el piso levantado y no pudimos ocuparla hasta hace un mes, porque tampoco contaba con conexión eléctrica o agua potable”, dice.
Ante la falta de habitabilidad de la casa construida con madera y techo de lata, Malva y su familia se vieron en la obligación de ocupar recursos propios para construir una casa anexa y de mejores materiales. “Estábamos con una bomba de tiempo, porque se nos venía el invierno, las lluvias y ya comenzaba a hacer frío. Hace un mes que lo logramos, pero todo empeoró el viernes pasado, cuando las intensas lluvias por el sistema frontal traspasaron mi hogar. No resistió. Salimos de una tragedia para entrar en otra”, añade.
El golpe de las lluvias
El sistema frontal que llegó la semana pasada al territorio nacional provocó fuertes precipitaciones que, hasta la fecha, han dejado a 21.243 damnificados, dos fallecidos, dos desaparecidos y 1.610 viviendas destruidas entre las regiones de Valparaíso y La Araucanía, según el balance realizado por el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred).
Solo en Santa Juana se contabilizaron 63 damnificados, además de 15 viviendas que presentan daño mayor. “Tenemos algunas viviendas que habían sido afectadas por los incendios y hoy por las inundaciones, y otras que no, que se salvaron del incendio y que hoy han sido afectadas por la lluvia. Esto provocó una revictimización en el sector, porque en el fondo veníamos recién saliendo de una tragedia y se nos llega otra encima”, explica Albornoz.
Asimismo, sostiene que la zona mantiene otro factor que la hace propensa a desastres naturales como este: “La comuna es muy extensa, por eso tuvimos tanto daño en los incendios forestales. Geográficamente, Santa Juana es muy complicada para enfrentar una catástrofe, en términos logísticos”.
Una visión que Julio Pérez (43), presidente de la junta de vecinos de la comunidad de Papal, Santa Juana, conoce bien. Sobre todo luego de que la casa que comparte con su pareja e hijos se quemara por completo a raíz de los incendios de hace cuatro meses.
“No hay palabras para describir lo que vivimos. Lo único que había que hacer era arrancar, fue un episodio desesperanzador, porque te sientes atado de manos”, relata.
Pero ese sentimiento volvió la semana pasada, luego del desborde del río Lía, que provocó el corte de caminos e inundación de casas. “Era obvio que se iba a venir algo así, porque el río está lleno de desechos, madera, palos y piedras. Es el gran problema del sector.
“Nosotros tuvimos la suerte de que nuestra casa no se inundó por el desborde del río, pero sí nos vimos afectados por la conectividad de nuestros caminos por los sedimentos descubiertos y socavones”, prosigue.
Al norte, a 135 kilómetros, en la Región de Ñuble, hay más rastros de la doble catástrofe.
Abraham Romero (55) recuerda que el terror se apoderó de la zona el pasado viernes en la tarde, cuando las intensas precipitaciones provocaron el desborde del río Ñuble, ubicado a un costado de su hogar. “Cuando notamos que el río comenzó a salirse nos alertamos y con bomberos tratamos de limpiar los caminos e impedir que se provocara una inundación de las viviendas. Pero fue imparable. El agua se llevó mi casa e inundó la parcela que uso para mi trabajo. La situación es triste y complicada por acá”, sostuvo el dirigente social.
Y los datos oficiales explican el porqué. La emergencia meteorológica provocó la caída de 600 milímetros de agua dentro de la comuna y un aumento del caudal de los ríos sobre el 10% de lo normal, lo que, a su vez, provocó el derrumbe de cerros, corte de caminos y el aislamiento de 180 familias por falta de conectividad.
A Romero esta escena lo marcó. El trabajador independiente sostiene que la primera vez que se vio expuesto a una emergencia natural fue en enero, cuando las llamas de los incendios forestales se asomaron a metros de su hogar.
“Ahí también hubo una desesperación, porque uno teme perder lo que le costó años de esfuerzo y dedicación. Por suerte los daños que provocaron los incendios en mi casa fueron mínimos. Me pude sobreponer, pero las lluvias lo destruyeron todo. Ha sido difícil seguir adelante”, agrega.
Camilo Benavente (PPD), alcalde de Chillán, comentó a La Tercera que los sectores más afectados por los efectos de las precipitaciones fueron los “rurales, donde muchas veces se construye en terrenos inundables o demasiado cercanos al río”.
Como una forma inicial de ayudar a las familias a reconstruir lo perdido en la emergencia, el edil sostuvo que ya avanza la aplicación de un catastro con la Ficha Básica de Emergencia (FIDE) para llegar a toda la población necesaria. “Hemos avanzado rápido gracias a los equipos de Dideco y otros departamentos. Sin duda, lo vivido en los incendios sirvió de experiencia para reaccionar rápido en esta emergencia”, cierra.
Hacia la nueva reconstrucción
Ante la dimensión del daño ocasionado por la emergencia meteorológica, el Presidente Boric afirmó que “toda persona que llene las fichas FIDE va a recibir el bono de enseres”, que contempla una ayuda económica de hasta un millón 500 mil pesos “para todos los que han perdido sus bienes o han tenido afectación a sus casas”.
Pese a los nuevos planes anunciados por el gobierno (ver página 37), ha sido el mismo Mandatario el que ha reconocido que la reconstrucción por la emergencia fluvial llevará meses. Incluso, más de un año.
“Solo nos queda prepararnos como podamos. Puede que se venga algo peor. El invierno es duro. Y no perdona”, añade Julio Pérez desde Santa Juana.
Fuente: La Tercera