La astrónoma y divulgadora científica revisó las recientes afirmaciones de un ex agente de Estados Unidos, quien aseguró el hallazgo de seres “no humanos”.
Fue durante la semana pasada cuando un ex agente de inteligencia, David Grusch, habló bajo juramento en una audiencia extraordinaria en el Congreso de Estados Unidos.
En la instancia, aseguró que se mantuvo un programa secreto de ovnis y que se han encontrado seres “no humanos”.
Según declaró, “en el ejercicio de mis funciones oficiales, se me informó de un programa de recuperación y de ingeniería inversa de naves espaciales no tripuladas, que duró varias décadas y al que se me denegó el acceso”.
Grusch manifestó que sabe de “personas que han resultado perjudicadas o heridas” en el curso de los supuestos esfuerzos del gobierno por ocultar información. Y pese a que dijo no haber visto una nave espacial, aseveró que sus afirmaciones se basan en “extensas entrevistas con funcionarios de inteligencia de alto nivel”.
Además de él, otros dos ex agentes testificaron en la audiencia.
El ex comandante de la Armada, David Fravor, expresó que vio un objeto extraño en el cielo durante una misión de entrenamiento en 2004, mientras que el piloto retirado de la misma institución, Ryan Graves, afirmó haber visto fenómenos aéreos no identificados frente a la costa atlántica “todos los días durante al menos un par de años”.
Anteriormente, Grusch había presentado una denuncia en 2022. Y en junio de este año, dijo al periódico francés Le Parisien que Estados Unidos tenía “una nave parecida a una campana” que el gobierno del dictador Benito Mussolini supuestamente recuperó en el norte de Italia en 1933.
Pese a que el Pentágono ha negado las acusaciones de un encubrimiento, sus dichos han generado múltiples dudas en la población mundial.
“¿Qué tan probable es que efectivamente se hayan encontrado seres ‘no humanos’ y vehículos espaciales?”. Esa es solo una de las preguntas que han surgido a raíz de lo expuesto por Grusch.
Frente a este escenario, la astrónoma chilena y divulgadora científica, Teresa Paneque, descifra en conversación con La Tercera los puntos más relevantes a considerar en este análisis.
Ovnis, extraterrestres y una investigación clave
La también autora del libro El universo según Carlota(Planeta, 2021) aclara que, en primer lugar, “los ovnis son absolutamente reales”, debido a que dicho término “es una clasificación que se le da a algo que no entendemos, un objeto volador no identificado”.
“Pero el cómo pasamos de ‘hay un fenómeno que no sé qué es’ a ‘es vida extraterrestre’, yo creo que viene mucho de nuestra cultura, en particular de los libros y el cine”, explica, para luego añadir que “3.000 años atrás, lo habrían interpretado como una señal muy distinta”.
Desde su visión, tales factores han influenciado a que cuando se piense en la vida interplanetaria, generalmente se vengan a la mente las clásicas imágenes confeccionadas en los estudios de Hollywood, aquellas de personajes verdes con habilidades extraordinariamente desarrolladas.
A ello se le suma que tanto en Internet como en distintas localidades del planeta se asegura que se han visto objetos desconocidos. Efectivamente, puede que se trate de ovnis, pero no necesariamente de alienígenas como los de las películas o de rastros de vida que vienen del espacio exterior.
“El no entender algo no es una razón para asumir que es extraterrestre, es simplemente que no lo entendemos”, enfatiza Paneque.
No obstante, la astrónoma sugiere que más que juzgar a quienes confían en que existe evidencia oculta de situaciones de este tipo, es clave pensar en “qué hacemos con ese cuestionamiento y cómo lo llevamos más allá para aprender”.
En este sentido, recalca que desde la comunidad científica se están haciendo “grandes esfuerzos” para descubrir los misterios que esconde el universo y responder a las dudas que puedan surgir.
Uno de los hallazgos más importantes sobre este ámbito, según Paneque, fue vinculado a Venus en 2020.
“Básicamente, consistió en que con radiotelescopio se observó lo que en ese momento se caracterizó como una señal química de fosfina (PH₃). Esta es una molécula que en la Tierra es producida en grandes cantidades por efectos humanos y también en volcanes”, detalla.
Aquello es importante, porque “si yo veo que existe una molécula, tengo que entender cómo es que llega a estar ahí (…) entonces, un posible origen era que hubiese algún tipo de microorganismo produciéndola”.
Bajo esta línea, hace hincapié en que estamos hablando de “bacterias, seres unicelulares”, es decir, “literalmente objetos microscópicos”.
Si bien, a ojos externos podría parecer un avance menor, las conclusiones de dicha investigación fueron y siguen siendo de suma relevancia para los especialistas, ya que se considera que podrían estar vinculadas con la existencia de vida.
Y aunque Paneque asegura que las opiniones son variadas en la comunidad científica, organismos espaciales como la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) tienen misiones pensadas para “ir a las nubes de Venus a explorar”.
“Esto tuvo consecuencias en cómo tratamos de encontrar vida y en si podemos confirmarlo o no, pero es un debate constante, uno que se hace de manera muy pública”, cuenta la astrónoma refiriéndose a que las investigaciones son publicadas en distintas plataformas, dirigidas tanto a entendidos como al público general.
En torno a esto último, ella ha adquirido un rol fundamental para la divulgación científica en redes sociales. Por ejemplo, solo a través de su cuenta de Instagram tiene más de 241.000 seguidores que siguen sus contenidos científicos y le plantean dudas o tópicos de debate de forma abierta.
Como es de esperar, las preguntas sobre las afirmaciones de Grusch no se han quedado fuera de la conversación.
Qué tan probable es que se haya encontrado vida extraterrestre
Antes de pensar en si aquello podría haber ocurrido o no, la astrónoma sugiere que es necesario cuestionarse al menos dos puntos centrales.
“Primero, ¿por qué un país (Estados Unidos) tendría la capacidad de tener una especie de imán que está atrayendo a todos los extraterrestres?. Segundo, ¿por qué ocultárselo a todos los otros científicos?”.
A raíz de tales preguntas, ejemplifica con el caso de la película recién estrenada Oppenheimer (2023), la cual está basada en la historia del físico teórico Robert Oppenheimer, a quien se le atribuye ser el padre de la bomba atómica.
“Incluso ahí y también en los libros, cuando estaban en medio de un contexto terrible como la carrera por armamento nuclear y había altos grados de secretismo, se filtraban cosas (…) por supuesto que hay temas políticos involucrados, pero la comunidad científica tiende a conversar, incluso en una situación geopolítica tremendamente compleja (…) estaban al tanto de lo que hacía la Unión Soviética en ese entonces y ellos sabían lo que estaba haciendo Estados Unidos”.
Dicho esto y considerando que, según Grusch, el supuesto programa secreto del país norteamericano data desde 1930: ¿cómo no se ha filtrado alguna información concreta y validada que sustente sus afirmaciones?
Respecto a ese tópico, Paneque es enfática.
“Lo que decimos desde la ciencia no es que todo sea absolutamente una mentira, sino que si es real, que muestren evidencia. Y si algún día sale alguien con un un pedazo de materia biológica que no es de origen terrestre, va a ser increíble, porque sería estudiada, corroborada y vamos aprender muchísimo”.
Pero al menos hasta ahora, aquello no se ha dado. Y hay múltiples argumentos que lo sostienen, más allá de si un evento así fuese de carácter secreto o no.
“Hay científicos que plantean que si esto fuese real, habríamos visto saltos tecnológicos importantísimos, como procesos de ingeniería reversa que permitan entender estas (supuestas) naves”.
La astrónoma explica que para llegar al planeta Tierra, un objeto tendría que haber sido capaz de “atravesar cientos, miles de años luz de distancia a velocidades considerables”.
“Nosotros no somos capaces de viajar ni a un 0.1% de la velocidad de la luz”, compara, “entonces, si efectivamente tuviésemos esas naves en nuestro poder, habríamos visto enormes avances”.
“Desde un punto de vista lógico, es difícil creer que lo que está diciendo (Grusch) es real”.
Asimismo, hace la distinción de que a pesar de que el ex funcionario pueda pensar que sus afirmaciones son verídicas, eso no se traduce en que efectivamente lo sean.
A ello se le suma un factor logístico. Según Paneque, si se considera que la Vía Láctea tiene 100.000 años luz de tamaño, para que una señal enviada desde la Tierra la cruce “tendríamos que esperar 100.000 años”, mientras que para que llegue a otra galaxia —la más cercana— , 2 millones de años.
“Entonces, si existe una civilización que está, pongámosle, un poco más lejos y está enviando una señal, perfectamente podría tardar decenas de miles de años en llegarnos (…) pero asumamos que nos llega ahora. En ese caso, tendríamos que descubrir de dónde viene, traducirla, ver hacia dónde respondemos y luego ver cómo hacerlo”.
Con ese escenario hipotético surgen más preguntas, tales como si llegarían a recibirla, si esa civilización seguiría existiendo en ese momento y si los mismos humanos continuaríamos habitando la Tierra.
“¿Estaremos aquí? Con el calentamiento global, el cambio climático, las guerras, el armamento nuclear, ¿existiremos? ¿Qué va a pasar? Es un dilema casi filosófico”, reitera Paneque.
Sin embargo, que no se tenga una confirmación ampliamente verificada sobre la existencia de vida extraterrestre, no quiere decir que esta no exista. De hecho, ese es uno de los motivos de por qué la comunidad científica continúa con sus investigaciones.
“Nosotros lo que más queremos es encontrarla. Hay programas que buscan vida simple a través de biomarcadores y otros que buscan vida compleja a través de, por ejemplo, proyectos SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre), señales tecnológicas o algún tipo de radiación con patrones en torno a estrellas que podrían, por distintos motivos, ser interesantes”.
Mientras los trabajos científicos continúan y cada vez se desarrollan herramientas más sofisticadas para buscar respuestas a estas preguntas, la astrónoma confiesa que espera que dentro de esta o de la próxima década “detectemos una señal firme y digamos ‘en este planeta tiene que estar ocurriendo un proceso biológico’”.
No obstante, ahí entraría otro dilema crucial.
“Vamos a saber que quizás es es una posibilidad, nunca vamos a tener la certeza y nunca lo vamos a poder visitar. Pero eso no le quitaría la magia al descubrimiento, porque sería una confirmación de que no estamos solos y desde la astronomía trabajamos para eso. Y cuando se sepa, lo vamos a gritar a los cuatro vientos, no lo vamos a estar escondiendo como una conspiración en un baúl por 100 años”, sentencia.
FUENTE LA TERCERA