No se sabe cuándo exactamente, pero según distintos científicos, estamos dentro del período donde podría repetirse un megaterremoto, como el de Valparaíso en 1730. Sobre los 9 grados, es muy probable que las ciudades costeras estén expuestas a un tsunami, lo que obligará a los habitantes a refugiarse en zonas donde no llegue el agua.
Para ello, existen dos tipos de evacuaciones: la primera es la horizontal, donde las personas deben dirigirse —por las vías de evacuación— a lugares en altura, por sobre los 30 metros sobre el nivel del mar y lo más alejados posible de la costa. Sin embargo, muchos factores vuelven imposible que algunos habitantes puedan llegar a ellos antes de que la ola llegue.
De esta manera se considera la segunda alternativa, llamada evacuación vertical, que consiste en entrar a una construcción con varios pisos y subir lo que más se pueda.
“Si no puedes ir hacia un sector alto, sube a un piso superior o al techo de una construcción sólida”, establece Senapred.
La anterior es una medida un tanto desconocida, pero útil a la hora de escapar de una catástrofe cuando no se cuenta con el tiempo ni las herramientas necesarias para llegar rápido a una zona de seguridad.
Pero no es tan fácil como simplemente subir a un edificio cualquiera, pues, ¿qué pasa si la estructura fue dañada por el terremoto previo a la llegada del agua? ¿Y si los conserjes no dejan entrar a cualquier civil a refugiarse? ¿El edificio está hecho del material necesario para resistir? Estas son las respuestas de los expertos.
¿Cómo saber si un edificio en Chile es apto para una evacuación vertical?
Existen varios criterios para determinar si un edificio puede resistir una evacuación vertical. Jorge León, arquitecto e investigador principal del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), le dice a La Tercera que lograron identificar tres grupos de ellos.
El primero es el criterio urbano, es decir, que el edificio esté bien ubicado en relación a cómo la población está distribuida, cuánta gente hay, cuán fácil de acceder son y si son fácilmente identificables.
El segundo es cómo el edificio se va a utilizar y si su diseño arquitectónico tiene la capacidad y el espacio para acoger a personas de afuera —no solo los habitantes—, si las escaleras y pasillos son lo suficientemente anchos y si existe una zona con la altura necesaria.
Y, finalmente, el tercer grupo de requerimientos tiene que ver con la estructura.
—Los edificios chilenos, aquellos diseñados con la norma sísmica, tienen una gran capacidad de resistir. La norma chilena siempre se indica que es buena, de las mejores del mundo, y estudios preliminares e incluso experiencias previas nos mostraron que también tendrían la capacidad de resistir el impacto de un tsunami —asegura León.
Y es que, aunque no existe una norma de construcción para resistir un maremoto, el hecho de que una estructura no colapse ante un sismo fuerte ya es un indicador de que puede servir como refugio en caso de la catástrofe que podría llegar después, con el agua del mar.
Sin embargo, los expertos recalcan que si una estructura está visiblemente dañada tras un terremoto, lo mejor será moverse de ahí y elegir otra construcción.
—En el escenario de un tsunami, si uno identifica edificios de una altura apropiada, hechos con hormigón armado y ojalá que se haya construido después del año 2010 (cuando se mejoró la norma sísmica), probablemente sea más recomendable evacuar verticalmente que intentar una evacuación horizontal, por el tiempo de llegada del agua que puede ser muy riesgoso —declara el experto.
A lo anterior, Cristian Cortez, ingeniero estructural e investigador CIGIDEN agrega, en conversación con LT, que un edificio ideal para soportar este tipo de eventos es uno cuyo primer piso esté despejado. Es decir, que no tenga muros, sino solo columnas.
—La fuerza que ejerce el agua en una estructura depende del área de concreto que tenga esta. Entonces, a menor área de contacto, menor va a ser la fuerza —asegura.
Entonces, ¿está Chile preparado para una evacuación vertical exitosa?
Cortez recuerda el terremoto de Illapel, en Coquimbo, que sucedió en 2015 y registró 8.4 grados. Después, llegó el tsunami, y se pudo comprobar empíricamente la resistencia de las estructuras chilenas.
—Tenemos teorías, estudios, modelación, simulación… Pero en este terremoto, donde está el humedal El Culebrón, cercano al puerto de Coquimbo, hubo inundación por el tsunami, y en ese sector hay edificios que fueron afectados. Esto evidenció que el agua generó únicamente daño no estructural, sin ningún peligro de colapso. En ese sentido, tenemos una evidencia real de que nuestras estructuras, diseñadas con normativas sísmicas, igual sirven para posterior tsunami —dice el especialista a LT.
Además, León no deja de mencionar la experiencia internacional donde ya se ha implementado y utilizado exitosamente este tipo de prácticas, como en Estados Unidos, Japón e Indonesia.
—En general, ha sido una política que rinde buenos resultados y que tiene un grado de seguridad importante cuando se planifica y se organiza de manera adecuada —dice el arquitecto León.
Por ello, esa organización debe ir de la mano con todas las autoridades competentes, la ley y las mismas personas, quienes deben ser educadas e informadas sobre cómo se evacúa verticalmente, cómo identificar un edificio apto, entre otros elementos.
Desde CIGIDEN, están trabajando en un proyecto que busca establecer con mayor claridad los criterios que debe cumplir un edificio y poder entregárselo a las autoridades y tomadores de decisiones para avanzar hacia la implementación masiva y sistemática de la evacuación vertical.
—Hay todo un tema que va a tener que explorarse respecto al modelo de gestión de la evacuación vertical para poder implementarlo. En Chile, hay un tema casi constitucional diría yo, que tiene que ver cómo en el fondo alguien garantiza el acceso a recintos privados para la evacuación en caso de que sea requerido —resalta León.
Según los relatos que maneja, han habido casos donde algunos edificios no han dejado que gente, que no es residente, ingrese a los recintos para resguardarse.
—Luchar contra ello va a requerir una política bastante sistemática. Incluso lo que mencionamos en un paper es que probablemente se deba pensar en dar algún tipo de incentivo o que un organismo público adquiriera una parte de un edificio privado para garantizar el acceso y no destinarlo a vivienda —ejemplifica el arquitecto.
Cortez agrega que va a ser necesaria mucha comunicación para lograr que funcione.
—Hay varios temas que va a haber que conversar con el resto de las personas. Incluso, desde una mirada interdisciplinaria, como tener el punto de vista de la sociología, del comportamiento de las personas, porque hay estudios de medidas de mitigación que generan el efecto contrario. No queremos que el uso de evacuación vertical sea tomado ligeramente —dice.
¿Quién será el encargado de decir cuántas personas pueden ingresar a un edificio? ¿Cómo lo van a hacer? Estas son algunas preguntas que se hace el experto.
—Yo creo que las estructuras sí son capaces de resistir un terremoto y un tsunami, pero todavía queda mucha, mucha conversación.
La Tercera