Este jueves la ministra de las Culturas, Carolina Arredondo, entregó el Premio Nacional de las Artes Musicales al destacado pianista nacional Valentín Trujillo.
El legendario artista de 91 años se había postulado por años, pero nunca obtuvo el reconocimiento.
De hecho, hace un tiempo, en la entrega de los Premios Pulsar, manifestó que le gustaría recibir el galardón.
Fue el pasado 5 de julio que se presentó su candidatura en las postulaciones abiertas del Ministerio de las Culturas, la que fue respaldada por la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD), el Sindicato Nacional de Músicos y Artistas de Chile, la Unión Nacional de Artistas, Chileactores, la Escuela Moderna de Música, la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile, la Federación Músicxs de Chile, el Sindicato de Folkloristas y Guitarristas de Chile, la Coalición por la Diversidad Cultrual y la Asociación Gremial de Editores Musicales de Chile.
Valentín Trujillo
Ha sido la televisión una gran vitrina para el talento del pianista y orquestador Valentín Trujillo Sánchez, aunque no del todo justa con la profundidad de su trabajo y el alcance de sus vastos conocimientos musicales. El casi eterno acompañante de Don Francisco como director de orquesta en “Sábados Gigantes” es, también, uno de los arregladores fundamentales de la música popular chilena, tanto en discos como en grandes conciertos.
Muchos de los mayores nombres que aterrizaron en Santiago durante los años ’50 y ’60 contaron con la alianza de su piano, incluyendo a Nat King Cole, Sara Montiel, Bill Haley, Domenico Modugno y Elis Regina: así de estelar. Pero también su labor como pianista y director orquestal sostiene algunos de los mejores discos de chilenos como Cecilia, Los Huasos Quincheros, Los Carr Twins, Arturo Gatica y Vicente Bianchi, entre otros.
Interesado en los mundos docto y popular, capaz de sortear con brillo acompañamientos en balada, bolero, swing y pop, Trujillo era crossover antes de que se inventara el término. Ha sido un pianista cómodo en salones de conciertos, auditorios de radio y sets de televisión; leyendo partituras, improvisando y recordando de oído una buena melodía de películas. A su rumbo no lo ha guiado el dogmatismo de la escuela ‘docta’ (dice que detesta la palabra), sino el ejemplo de autores igualmente desprejuiciados, como Cole Porter, Irving Berlin o su máximo referente en la composición de música popular, George Gershwin.
Ha perdido la cuenta de las veces que le han preguntado por qué «malgasta» su talento en la música popular. «No tengo dudas de que he sido más útil para la música popular que lo que pudiera haber sido como un pianista regular de música selecta. La música popular es una gran música. Hablan de “arte menor” con un tono peyorativo. Es una especie de clasismo, de pendantería», cree este músico, aún activo en su oficio pasados los ochenta años de edad.
Acumula reconocimientos como el premio Presidente de la República 2004, responsable del Mejor Segmento Musical y Gran Aporte Musical a la Comunidad Hispana 1992 (Sociedad de Críticos de Miami) y Figura Fundamental de la Música Chilena 1994 (SCD). Esa misma institución también lo nombró socio emérito y patrocinó una beca de estudios con su nombre.
Niño prodigio: un vals de Armando Carrera
Aunque la familia Trujillo-Sánchez creció en un ambiente sencillo (el padre era minero y la madre, profesora básica), se las arregló para tener en el medio del living un buen piano de cola. La señora Clementina Sánchez creía que «cuando entra un piano a la casa, entra la cultura». De sus cinco hijos, el que mejor probó esa filosofía fue Valentín, quien comenzó a tocarlo espontáneamente a los cuatro años de edad, sin ningún tipo de instrucción previa.
A los siete años comenzó con clases de música, armonía y composición en el Conservatorio Nacional; en las que persistió durante doce años. Su profesora se jactaba de su aventajado alumno ante ejecutivos de radio, y así fue que comenzaron a llamarlo de algunas emisoras para acompañar espectáculos en vivo. «Tenía nueve años cuando entré a la radio del Pacífico para hablar con Armando Carrera. Le dije: “Maestro, soy pianista y toco un vals suyo”. Cuando le hice la demostración de “Antofagasta”, le cambió la cara», diría en una entrevista.
Estos encargos radiales eran trabajos significativos pero en extremo precoces, considerando que entonces Trujillo era aún estudiante de primaria en el Liceo Valentín Letelier. «Me faltó tal vez la vida adolescente, porque al trabajar, entre estudios, giras y ensayos, hice una vida de adulto», contaría después. A la larga, su paso por radios incluiría espacios en Cooperativa, Corporación (“Busco talentos”, de 1957 a 1964) y Portales (“Conversando la música”), entre otras. El repertorio popular fue una derivación natural, que marcaría para siempre su estilo y su impronta. Y el trabajo precoz, la confirmación de una vocación sin espacio a dudas. «Cuando mis compañeros se preparaban para el bachillerato, a mí me preguntaban qué iba a hacer. “Músico”, les decía. De algún modo, ya lo era».
Pasó su adolescencia como integrante de orquestas y grupos musicales (el Conjunto de Isidro Benítez, la Agrupación de Don Roy, la Agrupación de Vicente Bianchi, el Cuarteto de Jamaica, Los Cuatro Duendes, el Conjunto South Pacific y la Orquesta Be-Bop), con los cuales fue número fijo de salones de importantes hoteles, y llegó incluso a dar giras por Chile y el extranjero. A los 26 años ya tenía su primera orquesta. En 1955 grabó en Odeón su primer solo de piano (para un disco del trompetista hot jazz Luis Huaso Aranguiz), y quedó contratado como arreglador y director orquestal oficial de esa casa disquera, labor que realizó en paralelo a sus propias grabaciones y a los más de veinte registros firmados junto a su hermano Fernando Trujillo, popular cantante de rancheras.
Hasta 1973, la actividad musical de Valentín Trujillo fue agitada y brillante, con múltiples registros para boleristas, nuevaoleros y músicos tropicales y de folclor. Nosotros (1961), de Los Huasos Quincheros, y la trilogía inicialde Cecilia (1964-1970) son algunas de sus grabaciones más prestigiosas, trabajadas en paralelo a sus propios discos instrumentales, el primero de los cuales, Un piano con alma, se editó en 1958.
El salto a la TV: el pianista del sábado
Pero, como a tantos músicos, el Golpe de Estado le acarreó una injusta interrupción de su ritmo y estabilidad laborales. Sus conocidas simpatías de izquierda y una activa labor sindical le costaron una serie de amendrentamientos que incluso alcanzó a su familia. Fue la televisión, y específicamente su labor en “Sábados Gigantes”, lo que lo salvó de la cesantía. Años más tarde, en 1988, fue el único músico de televisión que participó a cara descubierta en la franja del NO para el plebiscito.
Valentín Trujillo se había sumado por primera vez al equipo de trabajo del canal televisivo de la Universidad Católica en 1963 cuando comenzó con encargos para la dirección de orquesta de programas como “Eureka”, “Canturreando” y, más adelante, “Sábados Gigantes”. Su extraordinaria capacidad para improvisar y dramatizar historias, y su prodigiosa memoria auditiva, lo llevaron al programa infantil “Pin Pon” en 1965, espacio en el que el actor Jorge Guerra creó su personaje Pin Pon. Durante todo su primer período de trabajo televisivo, el pianista no abandonó sus clases de música en escuelas públicas, las que mantuvo durante veintisiete años.
Su alianza con Don Francisco le ha dado fama y trasversal reconocimiento. Trujillo supo rápidamente que sobre el set debía combinar el despliegue de su técnica con las señas justas de humor y asertividad que exige un programa de entretención. En un discreto segundo plano, su presencia se hizo tan familiar para los televidentes que resulta casi impensable imaginar al programa con otro hombre frente el piano. Entre 1986 y el año 2005, Trujillo fue también una importación chilena estrella de la versión estadounidense del programa, lo cual lo obligó a establecer residencia en Miami, interrumpida solo por los problemas derivados de un cáncer.
En festivales y en teatro: el maestro Flores del Campo
También ha sido significativa la labor de Trujillo festivales, tanto como director de orquesta como en silenciosas postulaciones como compositor. Entre las incursiones más exitosas estuvo la que en 1981 realizó junto al conjunto Santiago Cuatro, para quienes realizó los arreglos orquestales del premiado tema “Ay, Fernanda”. En la versión 1985 de ese mismo certamen, su composición “Con algo de menos, con algo de más” (con voz de Miguel Esper) recibió el segundo lugar del jurado; y en 1998 quedó como finalista del género folclórico “Una cueca bien tocá, cantá, bailá y bien zapateá”, en voz de Claudio González. Al año siguiente, ese mismo cantante se quedó con el premio a la Mejor Interpretación gracias a “La mansa fiesta”, una canción compuesta entre Trujillo y Óscar Cáceres.
En diversos momentos, el músico ha participado en los montajes de obras y comedias musicales tales como Historia de una canción, Los siete espejos y La Pérgola de las flores. Con el compositor musical de esta última, la más clásica, trabó una estrecha amistad. Trujillo ha definido a Francisco Flores del Campo como «el más completo de todos los compositores de Chile». Es suyo el piano Ibach que Trujillo ha mantenido en su casa de Ñuñoa. Flores del Campo también le legó su colección de discos y un consejo: «Hacerse amigo de los más jóvenes; para dejar un recuerdo, para que no te olviden».
Más sorprendente puede ser conocer su aplicada afición por el box. Trujillo llegó a ser jurado internacional de este deporte, y ha escrito varias veces sobre el tema en revistas extranjeras, como la argentina Knock out Mundial.
Cruce generacional: a lo Shearing
Fue un doloroso problema de salud lo que obligó a Valentín Trujillo a espaciar sus presentaciones en “Sábado Gigante” hasta abandonar por completo el programa, en noviembre del 2005. Desde principios de la década, el músico había emprendido un tratamiento de salud que no fue superado sino hasta una delicada operación. Pese a ello, jamás pudo Trujillo alejarse por completo de la música.
Al piano fue el registro de un concierto realizado en noviembre del 2003 en Santiago, en el que Trujillo confirmó la amplitud de sus intereses, con interpretaciones para partituras de Gershwin, Flores del Campo, Billy Joel y Germán Casas. Se cuela en un par de canciones la voz de su nieto, Pedro Amat (con quien volvería a reencontrarse en un disco de 2006), una de los pilares de orgullo de un hombre que ha críado a una familia completa (cuatro hijos y varios nietos) con algún tipo de afición a la música.
El disco abrió una puerta invisible de cercanía con nuevas generaciones de música, cuyos frutos son discos tan estimulantes como Jazz de salón (2004) y Villancicos (2005), ambos junto al trompetista Cristián Cuturrufo (con quien volvió a grabar su famosa “A lo Shearing”, inspirada en el modo pianístico de George Shearing); Tribute (2006), con Andrea Tessa, y Un año más (2007), junto al Ángel Parra Trío. Un documental homónimo de Patricio Riesco registró la experiencia de grabación de este último disco, homenaje a un músico que cruza generaciones, géneros y vicisitudes históricas en provecho de una vocación firme y productiva.
Iniciada la siguiente década, y tras haber superado su cáncer, Trujillo reactivó su piano y la biblioteca musical que domina para volver a los escenarios y los estudios de grabación. Entre 2011 y 2012 registró una serie de discos en duetos de piano y voz, acompañando a solistas como Carmen Barros, Gloria Simonetti, Ginette Acevedo y María Cecilia Toledo, para sesiones de canciones románticas del recuerdo; a la actriz y cantante Amaya Forch, para dos discos de boleros, y los cantantes de swing Rodrigo González y Consuelo Schuster para repertorios de clásicos del cancionero americano.
FUENTE CNN CHILE – MUSICA POPULAR