La partida del Papa Francisco, no solo nos permite aquilatar su legado espiritual, sino valorar el enorme aporte que pueden hacer las tradiciones religiosas al debate público. A veces, se cree que las religiones deben abstenerse de pronunciarse sobre temas contingentes y limitarse a sus espacios privados.
Pero, como lo señala Habermas en su famoso debate con Ratzinger en Ratisbona, las distintas tradiciones tienen mucho que aportar en el enriquecimiento de los fundamentos del Estado Democrático de Derecho. La tradición liberal hunde sus raíces en valores cristianos muy esenciales, tales como el respeto a la dignidad humana, la igualdad esencial de los seres humanos, la libertad, la protección de los más débiles, etc.
Una esfera pública que no se alimentará de las formas de vida enraizadas en ricas tradiciones espirituales, filosóficas, culturales, se vería seriamente empobrecida, pues, en definitiva, eso que llamamos lo público, no se nutre de sí mismo, sino de convicciones que han madurado durante siglos y que habitan en la pluralidad de las formas de vida.
Las sociedades tenemos que ser receptivas a lo que dichas tradiciones pueden aportar y los distintos grupos tienen el desafío de dar argumentos que vayan más allá de sus creencias, haciendo inteligibles sus contenidos para el conjunto de la sociedad. Es lo que se llama el desafío de la traducción: ser capaces de defender los puntos de vista en un lenguaje que haga sentido para quienes no comparten las creencias particulares.
En estos tiempos, donde valores esenciales se ven seriamente amenazados por, entre otros fenómenos, el poco respeto por los migrantes, el debilitamiento de las reglas internacionales o la pérdida de la confianza en la democracia, viene bien valorar el aporte que tradiciones vivas pueden hacer a los valores que han sustentado nuestra convivencia nacional y mundial.
Dr. Sebastián Kaufmann
Abogado y académico U.Central