Chile se ha consolidado como uno de los países latinoamericanos con mayor oferta y crecimiento en programas de postgrado. Según el Informe de Matrícula en Educación Superior en Chile 2024 (MINEDUC), la matrícula total en magíster y doctorado supera hoy las 50 mil personas, con un incremento de 24,1% en doctorados y 13% en magíster entre 2020 y 2024.
Este aumento se concentra en programas diurnos, que representan el 92,7% de la matrícula doctoral, destacándose los repuntes de 2021, 2023 y 2024. Aun así, el gran desafío no es sólo ampliar esta oferta de formación avanzada, sino también articularla con el sector productivo y las necesidades de la sociedad, manteniendo siempre altos estándares internacionales.
En este sentido, las universidades del Estado, agrupadas en el CUECH, desempeñan un papel clave. Actualmente, las 18 instituciones que conforman este consorcio participan en más del 50% de la investigación nacional indexada y albergan gran parte de los doctorados acreditados, evidenciando su vocación pública y su compromiso con la generación de conocimiento de frontera. Esta fortaleza se basa en la colaboración interdisciplinaria y la transferencia tecnológica, pilares esenciales para responder a los desafíos nacionales y potenciar el impacto social de la investigación.
No obstante, Chile enfrenta un reto pendiente en materia de inversión en ciencia y tecnología. De acuerdo con la OCDE, en 2021 el país invirtió alrededor del 0,36% de su PIB en I+D, cifra muy por debajo del promedio de 2,4% de los países miembros de ese organismo. Para alcanzar mayores niveles de competitividad y desarrollo sostenible, resulta imperativo incrementar el financiamiento público y privado destinado a la formación de capital humano avanzado y la investigación aplicada. Este reforzamiento permitiría, además, consolidar la posición de Chile como un referente en la región, atrayendo talento internacional y expandiendo las redes de colaboración con otras naciones de Latinoamérica.
Los programas de postgrado con enfoque en las áreas estratégicas del país —como energías renovables, cambio climático, salud pública, ciencias de los materiales, transformación digital o desarrollo territorial— amplían su pertinencia cuando se vinculan directamente con sectores productivos y comunidades locales. De esta forma, se promueve un diálogo constante entre la academia y la sociedad, identificando las demandas reales y orientando los proyectos de investigación hacia soluciones concretas y sostenibles.
En el caso particular de los doctorados, su aporte no se limita a la generación de nuevo conocimiento: también son un factor determinante en la formación de líderes con una visión crítica, ética y transformadora, capaces de impulsar cambios positivos en la cultura organizacional del sector industrial, instituciones públicas y organizaciones ciudadanas. De esta manera, la formación doctoral evidencia la vocación pública de las universidades estatales, al formar especialistas que contribuyan de manera directa a las necesidades del país y sus territorios.
Finalmente, los modelos educativos institucionales y sus proyecciones en postgrado deben adaptarse a las trayectorias de sus estudiantes, ofreciendo flexibilidad y fomentando la excelencia académica. Para cumplir con estos objetivos, la innovación curricular, el apoyo a la internacionalización y la colaboración con el sector productivo se vuelven factores esenciales.
Sólo así podremos, desde las universidades estatales de Chile, seguir construyendo programas que fortalezcan el ecosistema nacional de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación, y que a la vez posicionen a nuestro país como un actor relevante en el contexto latinoamericano.
Jorge Rodríguez Becerra, director Escuela de Postgrado UTEM.