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Con una sola de las 7 virtudes del capitán Prat habría bastado

Santiago, 07.12.2022. Lanzan “Microrelatos atravesados”: Del varias veces ganador de concurso literario para personas con discapacidad mental. Hogar de Cristo y el Centro Cultural La Moneda invitan al lanzamiento de “Microrelatos atravesados”, un notable libro auto gestionado, que ahora es presentado en una edición mejorada y aumentada. William Ortiz es el autor del libro y ganador de dos versiones del concurso Vuelen Plumas y será presentado por el psiquiatra León Cohen, la trabajadora social María Isabel Robles y la periodista Ximena Torres Cautivo. Por Comunicaciones Hogar de Cristo. Este miércoles 7 de diciembre al mediodía en el Centro Cultural La Moneda, en el Espacio Wiphala, se hará al lanzamiento oficial del libro “Microrelatos atravesados”, una obra autogestionada, que ahora se presenta en una edición mejorada y aumentada, editada e impresa por Hogar de Cristo. “Tengo amigas con distintos beneficios. Tengo una amiga para sustituir una amante que no tengo. Tengo una amiga psicóloga porque es muy buena consejera. Tengo una amiga secreta que no conoceré jamás. Tengo una amiga doctora en listas de espera. Tengo tres amigas abogadas una para demandar, otra para defenderme de las que me demandan y una que me tramita y me tramita su amor. Pero la más importante de todas es una amiga psiquiatra que vela por mi locura y que me dice que sólo tengo amigas imaginarias, incluida ella”. Ese relato y varios otros son parte de “Microcuentos atravesados”, escritos por William Ortiz (54), quien ya ganó dos veces el concurso literario “Vuelen, plumas”, que organiza Hogar de Cristo para estimular la creatividad e inclusión de quienes tienen discapacidad síquica o intelectual. “Escribo para explicar o explicarme la esquizofrenia”, dice William, con una naturalidad precisa y preciosa, por eso mismo: porque es como es. No le teme a las palabras ni a la verdad. “Soy feliz cada cierto rato, como cuando tomo conciencia de lo maravilloso que es ver, tocar, tener vista, estar vivo, pero hay veces en que digo cómo lo hago con esta enfermedad que llevo a cuestas… Entonces escribo sobre eso, sin clichés, sin frases y palabras manidas”. Presentará el libro el conocido psiquiatra y escritor, León Cohen, quien sostiene que “la mejor manera de mantener la sanidad mental es escribir”. Y agrega: “La nuestra es una cultura que se caracteriza por su carácter contenido, que se expresa de manera sorda. Por eso los micro relatos de William, cobran tanta relevancia, además de su talento literario está la honestidad de su prosa”, concluye León. AGENCIA BLACKOUT

Por Ximena Torres Cautivo

En la madrugada del 19 de mayo pasado, cuando gobierno, Armada y ciudadanía se aprontaban a celebrar “las glorias navales”, cuatro marinos chilenos deciden cobrar venganza por un asalto del que habrían sido víctimas y, en ese afán, uno de ellos golpea en el suelo con su propia muleta a un hombre discapacitado en las calles de Iquique.

Borrachos e iracundos, lo acusan de ser líder de una banda de extranjeros. Los otros tres marinos secundan al más violento aunque con menos fiereza. Eso, mientras en medio de la agresión, un auto de vigilancia ciudadana del municipio, se acerca a la escena sin que los funcionarios que lo ocupan ni siquiera se bajen del vehículo para detener la salvaje acción. Conversan brevemente con los agresores y se van.

Todo queda grabado en las cámaras de seguridad del municipio y las imágenes registradas han sido profusamente difundidas.

Dos minutos dura la golpiza que terminó con la muerte de Milton Domínguez, el migrante colombiano indocumentado, que vivía en situación de calle y pedía dinero en las esquinas de Iquique desde hace algunos meses. Murió por traumatismo encéfalo craneano al día siguiente en el Hospital de la ciudad.

Conocí a Milton en la vieja Hospedería de Hombres del Hogar de Cristo en diciembre de 2021. Entonces lo entrevisté y me impresionó su resiliencia que bien podía confundirse con resignación.

Había entrado a Chile a pie, por Colchane, de manera ilegal, parado en sus dos piernas. En las duchas de la Residencia Sanitaria donde debió hacer cuarentena –eran tiempos de pandemia–, luego de auto denunciarse en la comisaría, paso exigido para regularizar su situación, se hirió el dedo gordo de su pie izquierdo. A los tres días, lo tenía negro. Fue al consultorio, lo derivaron al Hospital, donde se negaron a atenderlo porque no tenía papeles. Cuando nos relató su desgracia, no dejaba de agradecer a “unas señoras de la Cruz Roja” que finalmente lograron conseguirle un RUT provisional para que lo vieran los médicos. Entró a pabellón, le amputaron dos dedos del pie. Al par de días, la bacteria seguía carcomiendo su extremidad, así es que lo volvieron a intervenir. Ahí le cortaron la pierna derecha bajo la rodilla.

En una silla de ruedas, nos habló de la muerte de su anciano padre –tenía 96 años–; de que sólo sus hermanas sabían que había perdido media pierna, porque no quería entristecer más a su madre; de los horrores que vio cuando decidió migrar a Chile: niños y mujeres abusados por hombres inescrupulosos, caminatas extenuantes de noche por el desierto, pobreza y necesidad extremas.

 “Incluso cojo, como estoy ahora. Sólo necesito los papeles para estar legal y conseguir trabajo en lo mío, y una prótesis que remplace mi pierna”.

Nada de eso se cumplió.

Además de perder la pierna, no logró nunca regularizar su situación migratoria, menos el sueño de conseguir trabajo, la hospedería de hombres del Hogar de Cristo lo aceptó excepcionalmente a petición del Ministerio de Desarrollo Social. Vivió allí durante nueve meses; los seis primeros, cuando lo conocimos, estaba en proceso de convalecencia, cuidado y recluido en la casa, pero los últimos tres meses empezó a salir a cuidar y limpiar autos en la calle de Iquique.

En agosto de 2022, presentaba consumo problemático de alcohol y ya no adhería a las normas de la Hospedería. Por esa razón, el Ministerio de Desarrollo Social decidió trasladarlo a otro dispositivo, del que también desertó para terminar viviendo en situación de calle.

No cuesta entender que la desesperanza lo haya conducido a encontrar en el consumo de alcohol la prótesis que incluso alguna organización de migrantes colombianos ofreció costearle pero que nunca llegó. Lo incomprensible es que sus desventuras sean vistas como un hecho de la causa. Y que incluso su muerte a golpes, que causó espanto en las autoridades nacionales, el alto mando de la Armada, el ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, las organizaciones que han promovido la migración como un derecho humano y a las que la consideran una irresponsabilidad política, sea hoy “justificada” en redes sociales por gente irresponsable que ha hecho suya la patética defensa de los energúmenos que lo atacaron.

“Ahora resulta que el colombiano era una blanca paloma”, “¿Acaso el tipo no lideraba una banda de asaltante extranjeros?”, “¿Para qué vino a meterse a Chile?”, leemos con espanto en Twitter desde el otro extremo del mundo.

Lo hacemos por los mismos días en que un medio difunde una nota donde explican por qué, en Japón, Arturo Prat tiene un monumento junto al almirante Nelson y al comandante nipón Togo, y es considerado uno de los grandes héroes navales del mundo.

¿La razón?

No es una, sino siete: rectitud, cortesía, valor, honor, benevolencia, honestidad y lealtad, que son las bases del bushido, que es el código ético del samurái.

Si los marinos que viajaron a honrar al capitán Prat desde Valparaíso a Iquique hubieran tenido una sola de esas virtudes, hoy no lamentaríamos la tristísima muerte de Milton a causa de la barbaridad de sus acciones. Lo mismo aplica a los que exhiben su xenofobia en las redes sociales y a toda una sociedad que lo vio deteriorarse desde el mismo día en que tuvo la equivocada idea de que Chile sería para él la tierra prometida que le permitiría cumplir sus sueños.

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