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Crónica: “La Frontera” y los barrios bravos de la megatoma de San Antonio

Cruzamos La Frontera, el límite entre la toma tranquila y la toma más ruda, donde no entran taxis ni Uber. El lado B de la megatoma de San Antonio, que el 27 de febrero debe ser desalojada. Unos dos mil extranjeros, principalmente haitianos, viven en los campamentos.

El lugar. El camino de tierra se va haciendo cada vez más empinado y de difícil tránsito. Pero los taxistas y choferes de Uber no se atreven a cruzarlo no por su dificultad, sino porque ahí está La Frontera. Como si fuera una película del Oeste, el sitio es desolado. Casas improvisadas, un paisaje semidesértico y perros vagos (“hay que tener cuidado con ellos”, nos advierten).

  • Dos grandes columnas de cemento son la puerta de entrada a la toma profunda, la que no sale en los medios: los barrios bravos, donde viven migrantes y chilenos no siempre en paz. “Yo no entro ahí”, dice Herman, quien tiene algunos conocidos por acá y accedió a llevarnos. “Tampoco la policía ni los militares”, asegura.

El límite. Entramos lentamente, y una señora con su nieta se acercan y nos cuenta que “no estamos preocupadas por el desalojo, porque el Gobierno nos va a cuidar. Llevo cuatro años acá. Hay narcos, como en todos lados. A veces hay fuegos artificiales y se escuchan disparos, pero ¿acaso no pasa en todo Chile?”.

  • En otra cuadra llega un ciudadano haitiano con un amigo. El más grande, Samuel, imponente, se baja de un auto y acepta conversar. “Vivo acá desde 2020. Mira todo lo que he hecho, esto es mío y nadie me lo va a quitar”. En efecto la casa es grande, sólida y, sobre todo, el jardín es generoso. Limoneros y otros frutales crecen en una zona seca. “Yo los cuido”, dice orgulloso.
  • Mientras conversamos, a nuestras espaldas comienza a reunirse un grupo de jóvenes con gestos desafiantes. Le preguntamos a Samuel sobre el tema de la droga y contesta con evasivas. “Mira… no sé”.

El puerto. “No al desalojo”. La consigna se lee en varios muros de San Antonio y se refiere a la decisión de la Corte Suprema de ordenar el desalojo de la súper toma de la ciudad este jueves 27 de febrero. Se ven grafitis  de apoyo que dicen “muera el estado” con la A del anarquismo. “No hay sanantonino que no se queje de la toma. Y los que no se quejan, viven en la toma”, comenta un empresario hotelero.

  • La toma surgió en 2019 y se expandió a partir del estallido social. Según datos oficiales hay 3.968 familias, 9.887 personas y un 19% de extranjeros.
  • San Antonio es una ciudad atiborrada, de calles pequeñas donde se arman tacos, rodeada de cerros. Aunque gran parte de la vista al mar está tapada por un inmenso mall, desde buena parte de la ciudad se ven los barcos con containers. En la tarde salen botes pesqueros, en busca de corvinas y congrios, que no regresan hasta el otro día.
  • Una pareja de turistas extranjeros se observa en una pizzería de moda, con una gran vista al puerto. Hablan en inglés, se hacen entender. Imposible no recordar a Roberto Parra, que escenificó acá su obra maestra La Negra Ester.
  • La gente está preocupada de la economía, pero el comentario de todos es qué va a pasar con la megatoma.

Autos de lujo. Herman lleva cuatro años trabajando en un servicio de transporte. Muchas veces le toca ir a las tomas, tiene conocidos y por eso se atreve a ir a ciertos lugares peligrosos. Cuenta que ha visto autos de lujo en barrios rudos. “Son traficantes: manejan BMW, Audi, Mercedes. Si no tienen dónde vivir, ¿cómo se compran estos autos? Colombianos, haitianos, venezolanos. También chilenos”.

  • En sectores del Cerro Centinela, donde hay casas más sólidas, la vida es más tranquila. Pero acá, en torno a La Frontera, está el lado B de la toma, el lado rudo. Y sus habitantes no están dispuestos a irse.
  • “Coca, tusi, keta, pasta base”, recita un chico, que camina con dos amigos, todos con polerones negros tipo hip hop. Al negar con la cabeza, se alejan.
  • Herman reflexiona que es una cultura “hermética, un mundo aparte”. Cuenta que a un amigo le robaron el taxi hace poco. Apareció días después en una casa en este lado de la toma. Dice que acá los haitianos manejan hasta un casino ilegal.
  • Consultados por estas denuncias, Carabineros dice que “no puede comentar información hasta el 27 de febrero (día del desalojo)”.

Los fronterinos. Un almacén que está en La Frontera se ve bien provisto. Cerca de allí una joven, Nicole, afirma que pusieron ese portón para que no entrara tanta gente. “Desde el estallido social, aquí no pasan policías ni militares”. Daniela, una chica que maneja un Uber, reconoce: “Si dicen que vienen para este lado, los cancelo. Es demasiado peligroso”.

  • Varios vecinos de San Antonio dicen que por las tomas se ha normalizado el tráfico y consumo de drogas. En La Frontera se excusan: “¿Venden drogas en el barrio alto de Santiago y no van a vender acá?”, se pregunta la “dueña” de un almacén. Claro que no es suyo, al igual que la casa donde vive. “No vamos a perder esto”. Incluso una plaza vecina a la toma del barrio Géminis se ha convertido en centro de venta. Desde las 7 de la tarde se ven consumidores en busca de una “movida”.

FUENTE T13

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