A los tres años Emile Ritter ya estaba subido a un esquí. Aprendió de su papá, en la Laguna Aculeo, aunque prácticamente no guarda recuerdos de ese episodio. A partir de muy pequeño siempre tuvo que priorizar los estudios, lo que le inculcó su familia durante toda su infancia.
Revela que sus papás siempre lo hicieron enfocarse primero en el colegio y la universidad, y después en el esquí. Una vez que salió de cuarto medio decidió estudiar Ingeniería Civil, y tuvo que empezar a moverse por su cuenta para poder seguir entrenando. Desde ahí se enfocó en la prueba que le dio el segundo oro a Chile en Santiago 2023. “Decidí no hacer slalom y figuras. Ahí empecé a subir en el salto”, agrega.
Su disciplina siempre ha tratado de verla como un pasatiempo, pero a la que le da la seriedad máxima y todo el enfoque. “Quiero ser el mejor, pero siempre haciendo algo aparte. En su minuto estaba estudiando, ahora estoy trabajando full-time, cuando puedo entreno, pero ahora se ven los resultados“, reconoce en conversación con Emol.
El complejo tema de compatibilizar su profesión con el deporte de alto rendimiento es una tarea que perdura hasta hoy, con un título panamericano al fin en el palmarés. “A mi juicio, yo creo que, por un tema económico, nunca pude enfocarme solo en el esquí. Creo que no da. No tengo la suerte de tener un lago en mi casa ni de solamente esquiar”.
A sus 32 años está viendo crecer a toda una joven generación de esquiadores que le dan alegrías al deporte nacional, pero su historia está ligada a la de los hermanos Miranda, con los que vivió por años a la sombra.
“Yo con el Pipe (Felipe) y el Toti (Rodrigo) compito hace muchos años. Venimos siempre a la par, pero no se me había dado a mí en mega eventos”, cuenta “Milo”. En Lima 2019 terminó en cuarto lugar, con una sensación medio amarga, admite. Y en los Juegos Odesur del año pasado terminó segundo. Hoy se convierte en el segundo chileno campeón panamericano en esquí náutico, después de Felipe Miranda, y el primero en salto.
Ahora señala que viene un tiempo de descanso porque la suya es una disciplina pesada para el cuerpo, además de que nacerá su segundo hijo. Sin duda un momento especial en su vida. “Ya tengo 32 años, pero el saltador campeón del mundo tiene 45. En esta disciplina hay tiempo. Es una prueba fuerte para el cuerpo, pero es también de mucha experiencia”.
¿La clave de su éxito? “Técnicamente hay mucho de confianza en el salto. Hay que aguantar hasta lo más tarde posible, lo que te pone en el límite de caerte, pero además tienes que confiar en ti de que vas a llegar. Yo creo que eso he mejorado, la cabeza”, confiesa.
Emol