Tras los efectos ocasionados por la pandemia, economistas urgen a abordar la emergencia educativa como una “prioridad nacional”, advirtiendo que de ello dependerá la productividad y el dinamismo de la economía chilena.
La pandemia provocó una crisis sin precedentes en todos los ámbitos, y en la esfera de la educación, la emergencia dio lugar al cierre masivo de las actividades presenciales de instituciones formativas en más de 190 países. ¿El objetivo? evitar la propagación del virus y mitigar su impacto.
A este respecto, un estudio de Horizontal, reveló que, sin considerar las clases perdidas en 2019, Chile se posiciona en el puesto 13 entre los países que cerraron por más tiempo las escuelas, de un total de 210. En ese sentido, la clausura total o parcial de los colegios chilenos, desde marzo 2020 a noviembre 2021, se extendió por 77 semanas: 14 de cierre total y 63 de cierre parcial.
Lo anterior fue un fuerte golpe para el sistema nacional, pues derivó en el retraso del aprendizaje, el aumento de las brechas educativas, y el deterioro de la salud mental de estudiantes y docentes. En efecto, el mismo informe señala que, en promedio, se perdió un año completo de enseñanza en todo el territorio, cifra que es heterogénea al comparar entre establecimientos, pues las escuelas municipales perdieron 1,3 años contra 0,9 años en el particular subvencionado y 0,4 años en el particular pagado.
Pero más allá de los efectos asociados al covid-19, el rezago escolar es uno de los puntos pendientes que arrastran hace años los diversos gobiernos, sobre todo por el desafío que implica poder asegurar la educación en calidad y en cantidad para todos los habitantes.
Esto se cruza con las pobres proyecciones de crecimiento para Chile, considerando las últimas estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), según las cuales nuestro país sería el único de la región que anotará un retroceso del Producto Interno Bruto (PIB) el próximo año.
Para este año, el FMI espera que la economía se expanda un 2% -sobre el 1,8% que estimó en julio-, mientras que para 2023 espera una caída de 1%, en circunstancias en que hace tres meses la entidad esperaba un crecimiento nulo. Chile sería el único país de Latino América que decrecería el próximo año.
“Prioridad nacional”
Este fue uno de los temas que puso sobre la mesa el ex ministro de Hacienda, Ignacio Briones, a propósito del inicio de la discusión por la Ley de Presupuestos 2023. En conversación con Emol, mencionó que la gran prioridad nacional ausente es, justamente, enfrentar la emergencia educacional.
“La educación es fundamental en la vida. No hacerse cargo de la emergencia educacional -altísima pérdida de aprendizajes y daño socioemocional- es sacrificar la libertad y la construcción de proyectos de vida de millones. Eso es inaceptable”, dijo Briones.
Ante eso, advierte que existen al menos dos canales por los cuales esta situación tendría consecuencias futuras en el plano económico en caso de no abordarlas. “El primero es una pérdida de aprendizajes que se traduce en menor capital humano futuro y, por ende, menor productividad, menores ingresos laborales y menor crecimiento de la economía”, declaró el académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.
“Un año de aprendizajes perdido (como ocurrió en Chile) reduce en aproximadamente 8% los ingresos laborales permanentes futuros de la cohorte educacional afectada”, añadió.
Y haciendo referencia al estudio “The Economic Impacts of Learning Losses” (Hanushek y Woessmann, 2020), apuntó que “el costo para la economía chilena -de no resolver esta problemática- es una disminución de 0,15 puntos porcentuales en el crecimiento de tendencia (de 2,6% a 2,45%). En valor presente -tasa de descuento de 4%-, esto significa unos US$370.000 millones de menor PIB futuro. Este monto equivale a 1,2 veces el PIB actual de Chile”.
Junto con ello, el economista explicó que la brecha educacional tiene impacto en la cohesión social. “No hacernos cargo de este drama aumentará la desigualdad futura y engendrará frustración en los estudiantes que se quedaron atrás. Ellos verán sus expectativas de desarrollo afectadas y generará malestar porque nadie quiso hacerse cargo. Esta frustración arriesga ser una fábrica de overoles blancos en el futuro. Si hacemos nada, tarde o temprano nos estallará en la cara”, afirmó.
Tras ello, Briones remarcó que, para dar una respuesta apropiada, “lo primero es que este tema sea primera prioridad nacional. Mientras transversalmente, partiendo por el Gobierno y el Mineduc, no se dimensione la importancia que esto tiene, poco cabe esperar de medidas a la altura de la emergencia”.
Leonardo Hernández, economista de Clapes UC y de la Escuela de Administración UC, asegura que “la mala educación es la causa última de la desigualdad y el pobre crecimiento de la economía chilena. ¿Por qué? Porque el ingreso de las personas depende en última instancia de su productividad y esta, a su vez, de su capital humano, que se acumula con los años de escolaridad y que debe atacarse desde los primeros años”.
“En Chile hace décadas que estamos atrasados en el tema educacional; tenemos una mala educación”, continuó Hernández, agregando que “producto de la pandemia, el problema se agravó”.
En ese sentido, manifestó que si bien se trata de una materia que podría tener un mayor énfasis en el erario fiscal del próximo año, “el problema de fondo persiste y hay que enfrentarlo seriamente con una mirada de largo plazo. Los efectos positivos sobre crecimiento y productividad y mejoras en sueldos, y por ende disminución de la desigualdad, los vamos a ver en 30 años más. Es lo que hicieron los países asiáticos exitosos, como Japón, Corea, Singapur, entre otros, en los 60’s y 70’s: educaron a su gente”.
En una columna de opinión publicada por El Mercurio, el economista y profesor de la Universidad de Maryland, Sergio Urzúa, abordó el tema, destacando que “solo un milagro evitaría que la desigualdad en el futuro no aumente”.
“Las familias de mayores ingresos pudieron compensar en algo la falta de formación. Para el resto, abrir los colegios no ha sido suficiente. Basta ver lo que ocurre con la salud mental de los menores. Por eso molesta la inacción y comodidad que emanan en parte del sector”, deslizó.
Urzúa concluyó que “si mantenemos la razón de niños por docente constante y el número de nacimientos cae, ¿qué debería ocurrir eventualmente con el número de profes?. La real magnitud de todo esto se verá en décadas. Sin embargo, se puede aventurar que muchos pagarán caro la falta de liderazgo y el derroche en educación de otra generación”.
Fuente: Emol