Desde el área de la psicología y la geriatría explican que ese rol “implica cambios profundos en la vida de una persona”, quien debe tener en cuenta la necesidad de darse espacios para sí mismo, formarse e informarse sobre la tarea que debe realizar y cultivar el autocuidado en la vida cotidiana.
—
Cumplen una labor no remunerada, lo hacen por afecto y/o necesidad de algún familiar y, en general, deben postergar sus propios intereses y ocupaciones para hacerse cargo de cuidar a una persona físicamente dependiente que, muchas veces, está en la última etapa de su vida.
En virtud de esa labor desinteresada, nuestro país celebra el Día Nacional de las Personas Cuidadoras cada 5 de noviembre.
De acuerdo a cifras oficiales, en Chile existen unos 600 mil cuidadores y, respecto de este rol María Antonieta Guzmán, psicóloga del equipo de Gestión de Cuidados Humanizados de CPC Adultos de Clínica Las Condes, y el jefe de la Unidad de Cuidados del Adulto Mayor de esa institución, doctor Gerardo Fasce, abordan el impacto que tiene para una persona asumir la responsabilidad de cuidar a otro sin tener –necesariamente- las habilidades para ello.
Al respecto, la psicóloga dice que “asumir el rol de cuidador implica cambios profundos en la vida de una persona. La experiencia va más allá de las tareas físicas o médicas; representa también un cambio emocional, mental y, muchas veces, espiritual. El cuidador, en muchos casos, comienza a perderse en los cuidados del otro, ya sea por no tener tiempo de autocuidado, dinero o redes de apoyo”.
Mientras que, el experto en adultos mayores, Dr. Gerardo Fasce, explica queasumir el rol de cuidador, en muchos casos, “ocurre de manera inesperada y sin contar con la preparación adecuada. La persona que se convierte en cuidador o cuidadora puede experimentar una mezcla de emociones, desde el deseo de ayudar a un ser querido hasta la ansiedad por la responsabilidad que conlleva”. Por esta razón, dice, “es común que las y los cuidadores enfrenten desafíos afectivos y físicos, ya que deben adaptarse a nuevas rutinas y responsabilidades sin haber recibido necesariamente una formación previa”.
Asimismo, la psicóloga CLC subraya que “más allá de las tareas de cuidado, el cuidador se enfrenta a experiencias profundas que lo conectan con la fragilidad y el ciclo natural de la vida, enfrentándose a la enfermedad y a la muerte, lo cual puede despertar una mayor conciencia de la vida”.
Respecto de las habilidades para ejercer labores de cuidado, los especialistas destacan que ello puede generar frustración, miedo, agotamiento e, incluso, resentimiento.
“Los cuidadores pueden sentirse inseguros sobre cómo manejar situaciones médicas o emocionales, lo que puede aumentar su estrés. Además, la falta de formación puede llevar a errores involuntarios en el cuidado, lo que podría afectar la salud de quien cuidan y, en casos extremos, puede inclusive llevar esto a situaciones de maltrato. Por ello, es recomendable que los cuidadores busquen recursos, formación o apoyo de profesionales para adquirir las habilidades necesarias”, sostiene el geriatra Gerardo Fasce.
Sobre el punto, la psicóloga Antonieta Guzmán agrega que “es importante reconocer los propios límites y pedir ayuda, ya que aceptar nuestra vulnerabilidad también es una forma de cuidado propio. El cuidador debe aprender a soltar la necesidad de control y confiar en su capacidad de brindar una presencia auténtica, comprendiendo también que el cuidado no se trata solo de conocimientos técnicos, sino de una actitud de escucha profunda, respeto y apoyo compasivo”.
¿Y qué pasa con el propio cuidador, cuando deja de lado sus propios intereses u ocupaciones en un proceso quepuede durar varios años?
En este punto, la psicóloga dice que esto “puede generar una sensación de pérdida de identidad y resentimiento, a pesar del amor hacia la persona que se cuida. A esto se le denomina ‘sobrecarga del cuidador’, que no solo impacta físicamente, sino también emocionalmente, causando agotamiento, ansiedad, tristeza y, en algunos casos, depresión”.
En el mismo sentido, Fasce reconoce que “dejar de lado los propios intereses y ocupaciones puede tener un impacto profundo en la salud mental y emocional del cuidador. La dedicación a cuidar a otra persona, por muy querido que este sea, puede llevar a sentimientos de agotamiento, frustración y, en algunos casos, resentimiento”.
Consejos
Para enfrentar el desafío de convertirse en cuidador de una persona, los especialistas recomiendan:
- Cultivar el autocuidado en la vida cotidiana y tomarse tiempo para uno mismo: Aunque solo sea un momento breve, hacer algo que brinde paz o alegría, por ejemplo, haciendo cosas que no requieren mayor tiempo ni costo, como conectar con la naturaleza, el sol y la luz natural; limitar la exposición a noticias estresantes, y practicar técnicas de relajación y meditación.
- Mantener hábitos saludables: Cuidar la dieta consumiendo alimentos menos procesados, priorizar la luz solar y limitar el consumo de alcohol y cafeína, junto con mantener una rutina física, ayuda a equilibrar el estado mental y emocional.
- Reconocer la vulnerabilidad y pedir ayuda: Aceptar que hay momentos de agotamiento y necesidad de apoyo, acudiendo a ayuda profesional o apoyo de familiares o amigos.
- Validar las emociones propias: Es normal sentir frustración, tristeza o incluso enfado, observar estas emociones con curiosidad y sin juzgar, para así poder encontrar un ancla de calma interna.
- Cultivar la presencia compasiva: Es importante hacer menos y escuchar más, dejando que la persona a quien se está cuidando guíe su propio proceso, sin una actitud paternalista o de control. Esto requiere confianza en la persona cuidada y en uno mismo como cuidador.
- Informarse y formarse: Aprovechar recursos educativos sobre el cuidado de personas mayores puede ayudar a sentirse más preparado y seguro en el rol.
- Comunicación abierta: Mantener una comunicación clara y abierta con la persona dependiente y otros familiares puede facilitar el proceso de cuidado y ayudar a gestionar expectativas.
FUENTE AGENCIA