Lamentablemente la reforma de pensiones se ha centrado casi únicamente en el concepto de cotización, es decir, el porcentaje adicional que irá a la cuenta individual y al fondo solidario (o no). Sin embargo, esta reforma no tendrá mayor impacto si no se legisla respecto a la edad de jubilación y su relación con la esperanza de vida.
Cuando nace el actual sistema de pensiones (1980), el promedio de la esperanza de vida era de 70,70 años, lo que se traducía en que las cotizaciones en el caso de los hombres jubilados debían asegurar pensiones (promedio) por 5,7 años, y en el caso de las mujeres, por 10,7 años. Sin embargo, para los años 2020-2025, la esperanza de vida promedio es 80,21 años y en 40 años más, la esperanza de vida será de 88 años; debiendo el sistema asegurar pensiones por 25 y 30 años después de la respectiva jubilación. Es evidente entonces, que la omisión en la actualización a la edad de jubilación no resolverá el problema de las bajas pensiones, considerando, además, la tardanza en el ingreso al mercado laboral de las actuales generaciones y nuevas formas de prestación de servicios.
Christopher Gotschlich
Abogado y académico U. Central