Marzo de 2007. El avión de Hans Podlipnik aterrizó en Nigeria y el país africano lo recibió mostrándole en primer plano una imborrable y desoladora realidad. Las calles sin semáforos, personas mendigando, pandillas en cada esquina, militares armados de pies a cabeza y hasta intento de secuestro fueron algunas de las tantas cosas que durante dos semanas experimentó en carne propia cuando tenía tan solo 19 años.
Hoy, 12 años después de esa fuerte experiencia, siendo presidente de una fundación y habiendo anunciado hace poco más de una semana su retiro del tenis profesional, el chileno volvió una vez más a África. Pero esta vez no para intentar surgir, sino para ayudar y realizar un gran gesto.
“H-Pod”, tras su participación en la Copa Davis disputada en Madrid, viajó a Uganda junto a su esposa, Bárbara, para ser parte de un noble proyecto con niños de escasísimos recursos.
Durante una semana, ha estado haciéndole clases de tenis a un grupo de niños, a quienes les regaló la ropa que usó en la Copa Davis, y también les ha realizado charlas.
“Los niños a los cuales apoyamos viven la pobreza de la pobreza. Es demasiado precario. Casi no tienen infraestructura”, comenzó narrando Podlipnik a Emol.
-¿Cómo lo hacen para hacer clases si no hay infraestructura?
“Lo único que hay son los colegios, donde nos prestan el espacio y ahí en el momento hacemos las canchas. Las marcamos y se traen las redes en el momento”.
-Tú tienes una fundación, ¿por ahí te contactaron para ayudar en Uganda?
“Es una proyecto en que el vengo ayudando hace un par de años. Hace cuatro o cinco años me escribió un mensaje en Facebook una persona que es quien maneja el proyecto acá. Me contó del proyecto, le contesté y nos hicimos amigos. Me dijo que no podía creer que le hubiese contestado porque le había escrito a muchos tenistas profesionales y nadie la había respondido.
Al ver lo que estaba haciendo me identifiqué mucho con su caso, porque en Chile hacemos lo mismo con mi fundación. Me parece increíble que en condiciones tan precarias pueda hacer esto”.
-¿Han hecho otras cosas aparte de las clases de tenis?
“Mi mujer, Bárbara, es abogada en internacional en Derechos Humanos, entonces les ha hecho clases de eso. También hacemos grabaciones y sacamos fotos, porque queremos salir a recaudar fondos internacionalmente para que crezca el proyecto”.
-¿Con qué imagen te quedas de este viaje a Uganda?
“Es una experiencia de vida para nosotros, nos abre muchos los ojos. Tenemos muchas cosas que aprender y que ojalá pueda replicar en Chile. El otro día le preguntamos como a 40 niños en la sala de clases qué es lo que más les gusta hacer y todos contestaron al mismo tiempo que es ir al colegio. Eso fue muy emocionante de escuchar. Son cosas que quizás no ocurren en nuestras culturas”.