Dra. Agnieszka Bozanic Leal, docente investigadora Escuela de Psicología UNAB Sede Viña del Mar y presidenta Fundación GeroActivismo
En el marco del Día de los Derechos Humanos, debemos reflexionar sobre un aspecto esencial que a menudo queda invisibilizado: el derecho a envejecer en dignidad. Para las generaciones de mediana edad, quienes serán las personas mayores del 2050 cuando Chile sea el país más envejecido del Cono Sur, este es el momento de asumir un rol activo en la construcción de un futuro donde la vejez no sea sinónimo de abandono o exclusión, sino de plenitud y respeto.
Chile es parte de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores desde el 2015, un compromiso internacional que reconoce el envejecimiento como un proceso natural y valora a las personas mayores como titulares de derechos. Sin embargo, pese a este avance, la realidad en nuestro país dista mucho de cumplir con estos principios.
Las personas mayores en Chile enfrentan pensiones indignas que no alcanzan para cubrir sus necesidades más básicas, un sistema de salud que las trata como una carga y un entorno social que las invisibiliza. Esta no es solo una falla de las políticas públicas, sino una muestra de viejismo estructural que permea nuestras instituciones y nuestra cultura.
Quienes hoy tenemos 30 o 40 años debemos tomar conciencia de que estas problemáticas no son ajenas. Envejecer en dignidad no es solo un derecho para otras personas; es un derecho que tú también querrás ejercer en el futuro. Pero ese derecho necesita acción hoy: alzar la voz, exigir un sistema de pensiones justo, abogar por políticas que garanticen el acceso igualitario a la salud y demandar espacios de participación que reconozcan el valor de la experiencia.
La Convención Interamericana nos da un marco ético y legal para avanzar hacia una sociedad que respete a sus mayores, pero la verdadera transformación requiere un compromiso colectivo. Como ciudadanos y ciudadanas, no podemos permitir que el envejecimiento siga siendo una etapa marcada por el abandono y la exclusión. El llamado es claro: se trata de cómo queremos envejecer. Envejecer en dignidad es un derecho humano innegociable, y depende de todos y todas que se convierta en una realidad.