En este espacio hemos reflexionado sobre los desafíos para la generación de conocimiento a partir del fomento de la investigación local y también sobre la forma en que – hasta ahora – se evidencia una concentración de la producción científica en un núcleo pequeño de disciplinas; y una centralización de las investigaciones que incide en una realidad heterogénea entre Santiago y las regiones.
Planteamos además la necesidad de que el Estado lidere un proceso que permita vincular la producción científica generada por instituciones internacionales, a través de requisitos de participación para con los actores locales, evitando “fuga de conocimiento” y pérdida de oportunidades; además, que motive e integre al sector privado para que invierta y genere alianzas con las universidades en materias claves para el fomento del desarrollo productivo y social.
Ello, no cabe duda, exige un trabajo de largo aliento, donde no hay que perder de vista estrategias exitosas como Finlandia, que para el año 2010 invertía el 3,9 % del PIB en I+D (Innovación y Desarrollo), mientras que Chile no llegaba al 0,5%. La encuesta de I+D 2018 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), tomando como referencia el 2017, dio como resultado una caída real de un 1,5%.También develó que el gasto en I+D como porcentaje del PIBha bajado sostenidamente. Chile continúa siendo el país miembro de la OCDE con menor inversión en este ámbito, más de 6 veces por debajo del promedio de esa organización (2,34%).
En el panorama internacional, el modelo de Finlandia, que se ha convertido en uno de los diez países más innovadores del mundo, merece ser analizado. Con 5 millones de habitantes, los finlandeses han entendido que la investigación puede ser fundamental para transformar la sociedad en su conjunto. Para ello definieron un plan de acción basado en cuatro pilares: “LifelongLearning” (aprendizaje a lo largo de la vida), un sistema nacional de innovación, incremento de la inversión en I+D y, por último, ser considerados un laboratorio para experimentar aplicaciones de la sociedad de la información.
Otro punto central en esta ecuación se refiere a la difusión del conocimiento científico.Tradicionalmente, los resultados de los estudios se difunden en circuitos especializados y siempre en el marco de la misma comunidad científica. Lo que se observa a partir de la experiencia internacional y de la arremetida de la comunicación digitalque acerca las distancias y desdibuja las fronteras, es la necesidad de cambiar ese modelo para incorporar audiencias más amplias y abiertas.
Es difícil que una sociedad que no conoce ni comprende el conocimiento científico, que lo ve como algo ajeno y abstracto, pueda entender la importancia y el efecto positivo que puede tener para mejorar su calidad de vida, en lo concreto.De ahí nace la necesidad de ir generando entornos de aprendizaje y trabajo colaborativo basados en un enfoque multidisciplinar, en el cual las universidades tenemos mucho que decir y aportar. Si sumamos reflexión y acciones concretas, para traducir el conocimiento científico y masificarlo en nuestras comunidades, estaremos avanzando hacia una verdadera “cultura del conocimiento compartido”.
Jaime Alonso Barrientos, Vicerrector Regional UCEN Región Coquimbo
Orieta Collao Mierzejerosky, Directora de Comunicaciones