Este domingo, en la sección Deporte de El Mercurio, se publicó un reportaje que trata de lo que parecería imposible, que es una realidad en la región de Atacama: jugar golf.
En la publicación se cuenta la historia de “Luis Álamos, de 75 años, vive hace más de cinco décadas en El Barquito, localidad situada a cinco minutos de Chañaral, en la Región de Atacama. Su máxima pasión, dice, es el golf. Sin embargo, si quisiera ir a jugar a una cancha de pasto, tendría que viajar 500 kilómetros al sur, hasta La Serena”.
Según se cuenta en El Mercurio, Luis por lo menos “dos veces a la semana, se levanta a las seis de la mañana, se pone short, polera y mucho bloqueador, agarra su bolsa de palos y camina hacia el desierto: a metros del pueblo se construyó una cancha de golf de tierra”.
Hace más de 100 años, empresarios estadounidenses y británicos iniciaron la práctica del golf en estas condiciones. Y el legado se mantuvo: hoy en día hay una decena de canchas de este tipo desde Arica a Copiapó, y siete clubes están asociados a la Federación Chilena de Golf.
En el reportaje se comenta las difíciles condiciones a las cuales están expuestos los implementos utilizados en este deporte: “ahí se utilizan palos de sacrificio, porque se le pega en la tierra no más. Esos palos quedan bien dañados. Las pelotas se gastan más rápido que en el pasto; una bola acá dura con suerte los dieciocho hoyos”, explica Luis Alamos.
Respecto del diseño del campo de juego: El fairway está demarcado con tiza blanca, y en el camino al green uno puede encontrarse con lagunas y bosques, donde las zonas de agua son fingidas con piedras pintadas de color azul, mientras que los árboles están representados con piedras verdes.
Lo más parecido a una cancha normal son los bunkers de arena. “Ahí tenemos material de sobra”, dice el dirigente. “Si cae la bola en esos lugares, recibes golpes de penalización”, apunta el presidente del club chañaralino. Llegando al green, todo se vuelve un poco más amigable. “Es arena fina, y se mantiene plano el terreno. Ahí se le pega sin el felpudo”, añade.
En las cercanías de la Mina San José también existe una cancha de golf, donde participan 25 socios, según detalla Mario Ruiz, presidente del Club de Golf Copiapó. Y agrega: “Acá es recomendable jugar en la mañana. A las doce o una de la tarde se complica, porque aparece un viento muy fuerte”.
No es el único problema: “Últimamente, apareció un zorro y nos quita las pelotas. Hay socios que han perdido diez pelotas en el día. Después las encontramos enterradas”, dice Ruiz.
Los nortinos quieren invitar a Joaquín Niemann a sus polvorosos campos. “El papá de él se comprometió a que ‘Joaco’ pueda venir algún día a la zona y jugar un par de hoyos en nuestra cancha. Eso motivaría a muchos niños”, cuenta Álamos.
Ruiz cierra: “Sería bonito, las canchas son distintas, pero el amor por el golf es el mismo”.