Científicos de distintos países, liderados por expertos de la Universidad de Tarapacá, lograron identificar que los restos de un animal encontrado en una obra en el desierto de Atacama corresponde a una especie antepasada de los perros que conocemos en la actualidad.
El estudio –resultado de un proyecto Fondecyt- tuvo diversas fases desde que una empresa constructora dio cuenta del primer hallazgo: trabajo de campo, conservación de los restos, análisis, identificación de la especie, entre otras. Se trató de un trabajo colaborativo en que científicos de diversas instituciones contribuyeron para alcanzar la conclusión de que se trataba de restos fósiles de un cánido asignado al nombre científico de aenocyon dirus.
Este hallazgo fue publicado recientemente en el Journal of Vertebrate Paleontologye por los investigadores Francisco Caro, Rafael Labarca, Francisco Prevosti, Natalia Villavicencio, Gabriela Jarpa, Katherine Herrera, Jacqueline Correa-Lau, Claudio Latorre y Calogero M. Santoro.
Los restos consisten en una extremidad posterior izquierda parcialmente completa, expuesta por efecto del viento y que fue descubierta en la Quebrada Maní, en la Pampa del Tamarugal.
El artículo, titulado “First record of cf. Aenocyon dirus (Leidy, 1858) (Carnivora, Canidae), from the Upper Pleistocene of the Atacama Desert, northern Chile”, constituye el primer registro para Chile de un taxón del “Clado Canidae de Norteamérica”.
El director del proyecto, Calogero Santoro, explicó que además del hecho mismo de la identificación de los restos de esta especie, este hallazgo tiene implicancias relevantes porque evidencias de carnívoros o de depredadores como este cánido es super escasa en América y en Sudamérica en particular y más aún en Chile y en el Desierto de Atacama.
“Y más que el hallazgo en sí mismo, este descubrimiento tiene que ver con un ecosistema que hoy día no existe y que cuesta muchísimo imaginar que alguna vez existió en este ambiente, que hoy día es totalmente extremo ya que la Pampa del Tamarugal tiene condiciones extremadamente áridas”, afirmó Santoro.
Según el relato del científico, “al comienzo de nuestras investigaciones nos costó imaginarnos cómo pudo haber sido el desierto”. Se sabía, dijo a raíz de información paleoclimática, que al final del Pleitoceno (estamos hablando de los 17 mil a los 10 mil años antes del presente) hubo un aumento de la pluviosidad en la vertiente Occidental de Los Andes y no se conocía cuáles fueron las repercusiones que eso tuvo.
“Entonces, al comienzo tuvimos información y empezamos a descubrir que había una serie de árboles y plantas y toda una serie de Flora que había existido ahí, y que simplemente se secó y desapareció. Y luego empezaron a aparecer los restos de animales, que es típico, o sea, si hay flora hay animales. Esto por un lado muestra la complejidad del ecosistema del Desierto de Atacama a finales del Pleitoceno, y el impacto que tuvo el cambio climático sobre este ecosistema, porque todo lo que existía ahí desapareció”.
Así, indicó, “de todos los animales que existían ahí, varios de ellos se extinguieron, y otros simplemente se extirparon, lo que significa que tuvieron que salir de ahí, como por ejemplo Vicuñas, Guanacos, algunas aves, unos roedores, todos se fueron o hacia el interior o hacia la costa. Y hoy día no queda nada de eso desde hace diez mil años atrás”.
Entonces, enfatizó Santoro, “es una lección para entender lo que significa un cambio climático drástico, que es como el que estamos viviendo hoy día. (…) El planeta está pasando nuevamente por un tremendo cambio climático, como el que se vivió a final del Pleitoceno, que tuvo repercusiones impresionantes en todo el en todo el planeta, como el que estamos mostrando a través de este pequeño ejemplo, de este cánido que cuesta imaginar que anduvo merodeando por ahí en el desierto de Atacama. Y es una especie que vivía en manada, por lo que no se trata de un animal solitario, entonces son manadas de cánidos que andaban dando vueltas persiguiendo caballos que posiblemente eran su alimento preferido y algunas vicuñas y guanacos y animales menores”.
Determinar la especie
Rafael Labarca, profesor asistente de la Escuela de Antropología de la PUC, explicó que él, en conjunto con Francisco Caro y Francisco Pevosti, fueron los encargados de realizar las descripciones de los materiales y hacer las comparaciones con otros restos fósiles para poder determinar la especie: “Lo que hicimos es evaluar cómo era la morfología de los huesos y contrastarla después con la información disponible, para ver a cuál de las especies de cráneo se parecía más”.
Y eso implicó viajar a Estados Unidos y visitar museos de otros países de Sudamérica para demostrar que la forma de los huesos y el tamaño de los huesos eran compatibles con esta especie nueva.
“No teníamos antecedentes de que hubiese en Chile este tipo de canido más emparentado con los lobos. Es un hallazgo pequeñito si uno lo pone a nivel la ciencia mundial, obviamente. Pero para nuestras problemáticas locales, donde teníamos un registro que era escaso, es importante porque llena un registro, llena un vacío, le da una forma más coherente a cómo debió ser el paisaje hace 14 mil años.
Fuente: Emol.com