En 1997, Samira y Jad, fueron padres. Ambos, de nacionalidad siria, rebosaban de felicidad. Se conocieron cuando sus familias organizaron un encuentro. Desde entonces, decidieron unir sus vidas. Sin embargo, el nacimiento de Sader, significó un auténtico desafío para Jad, quien nació con la condición genética del Síndrome de Down.
De este modo, la pareja dio todo el amor del mundo, a su hijo, que más de 20 años después, entró a la universidad a estudiar Odontología.
El hecho no impidió que Jad Issa, con mucho esfuerzo, pudiera costear la carrera de su hijo, trabajando como acopiador en un molino de trigo.
Toda la situación no impidió que el joven sirio tuviera el amor y el apoyo para surgir en un país, donde las atrocidades de la guerra en Siria, ponen severas trabas en el desarrollo de los jóvenes.
Así las cosas, el amor y la humanidad del matrimonio, permitió que Sader cumpliera el anhelo de ser un profesional, gracias al esfuerzo de su abnegado padre.
El amor de Jad por su hijo
Si bien es muy baja la posibilidad de que un hombre con Síndrome de Down pueda tener hijos, según consigna la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, hay pocos casos documentados. Aunque el caso de Jad es una excepción.
Sobre su padre, el muchacho describe que es un hombre querido en el trabajo, debido a su altruismo y por ser muy amable. Unas cualidades que, por cierto, pudo transmitir a su propio hijo.
Sader, quien es hijo único, siente verdadera admiración por sus padres. “Son gente encantadora, trabajadora y amable. Muy sencilla, pero muy respetada”, explicó en una entrevista con El Mundo.
“Fue en la escuela cuando supe lo que era el Síndrome de Down. Entonces entendí mucho mejor la condición de mi padre”, relata al periódico español.
Es que el hombre que tiene una copia adicional del cromosoma 21, ha sido un excelente ejemplo en la vida de su hijo. A ello se suma, según Sader, que su padre no esconde su orgullo por lo realizado por él: “Se puede ver cuando sus ojos se llenan de alegría y satisfacción, como si quisiera expresar: ‘Sí, tengo Síndrome de Down, pero crié a este hombre e hice todo lo posible para que se convirtiera en médico y ayudara a otros’”, dijo en una declaración para la Sociedad Siria del Desarrollo Social.
Para Sader, estudiar en la Universidad de Hama -ubicada en la capital de provincia- significó movilizarse 50 kilómetros, dado que la familia vive en Al-Bayda, una aldea en el noroeste de Siria. Un esfuerzo que al menos ayuda a contribuir a lo hecho por Jad. “Durante los últimos 25 años mi padre ha trabajado en una factoría de molienda de trigo. Todo el dinero que ganó lo invirtió en mí”, remarcó a El Mundo. “Es un pueblo muy pequeño y todo el mundo se respeta. Mi padre procede de una familia bien considerada, por lo que los vecinos siempre han sido amables con él. Hubo y sufrió, claro, algunas situaciones negativas, pero han sido muy pocas y ya no suceden. Sus relaciones sociales son sencillas y puras. Todo el mundo le trata como una persona normal y corriente”, afirmó al citado medio.
Derribando los prejuicios
Sader habló con el diario británico Metro sobre los comentarios que recibía de la gente en relación con el matrimonio de sus padres.
“Una de las preocupaciones que tiene la gente es ¿cómo puede una mujer que no tiene Síndrome de Down casarse con un hombre con Síndrome de Down?”, reflexionó en el matutino.
“Creo que si ambos estaban en sintonía, ¿por qué no casarse? Son compatibles intelectualmente; personas sencillas, pero cariñosas y atentas”, reveló.
Fueron justo estas cualidades, que afirmó el sirio, que le sirvieron para la vida. “De mi padre aprendí a ser paciente y a amar a todas las personas sin importar su origen étnico o su ideología”, agregó al diario español.
Asimismo, el joven no elude la disyuntiva que significó su propio nacimiento. “Para mucha gente, la idea de una mujer embarazada de un niño con Síndrome de Down puede resultar el peor futuro. Alguna gente, incluso, puede optar por abortar. Si mi abuela hubiera decidido eso, yo no estaría aquí”, reflexiona Sadir, al recordar a la madre de su padre.
La gratitud de un hijo
Sin excepción alguna, Sader Issa, aclaró que no tuvo ninguna carencia afectiva, porque contó con “todo el amor y la ternura que se puede ofrecer”, indicó. Personas como él, describió, pueden “lograr todo lo que se propongan”.
Por otra parte, desclasificó que sus padres tienen una relación normal, como la de cualquier otra pareja. “A veces pueden no estar de acuerdo, pero tienen una vida llena de amor y humildad. Intentan dar su mejor imagen y cambiar la percepción entre la comunidad”, expresó Sader.
Finalmente, el universitario, admite que espera devolver la mano a su familia, cuyo esfuerzo es invaluable. “Mi sueño es tener una carrera profesional exitosa y ser capaz de proporcionar a mis padres la mejor vida posible, porque ellos se privaron de muchas cosas para que yo disfrutara de una vida normal”, cerró.
Fuente: BioBioChile