Pasan las semanas y las únicas cifras que suben como la espuma en la Región de Atacama y sobre todo en la comuna de Copiapó, son los índices de delincuencia, violencia, víctimas e inseguridad. Lo que para muchos pueden ser simples y negativos números, para varias familias se termina transformando en una tragedia, duelo o vivir con temor por el resto de sus días, sobre todo porque no se vislumbra un cambio radical de seguridad en el horizonte.
Que el tema de la inseguridad sea el primero en cada encuesta que se realiza en el país, no es coincidencia. Es fruto de una sensación de mayor permisividad, de falta de dureza para cuestionar los hechos de violencia y un proceso cada vez más engorroso para sancionar a los que cometen delitos.
Lamentablemente nos estamos quedando en los diagnósticos, en la revisión de las cifras, en discursos sobre un cambios culturales y en enfrentar el tema de la seguridad con mayor educación y poniendo fin a las enormes injusticias sociales, lo cual es muy cierto, pero con resultados a “larguísimo” plazo. El problema lo tenemos hoy y parece que nadie se atreve a actuar.
Es ahora cuando se necesitan más recursos para las policías. Nuevas tecnologías para proteger a los vecinos, más vehículos, más herramientas para investigar a bandas criminales que se apoderan de los barrios y una decisión política mucho más contundente en materia de control de armas de fuegos y el combate frontal contra el microtráfico y narcotráfico de drogas.
Pero por otro lado, está la imperiosa necesidad de recuperar los espacios públicos de la comuna. Las áreas verdes, los sectores que otrora eran puntos de encuentro de la ciudad, pero que actualmente están literalmente tomados por grupos que se confunden entre la vagancia y la delincuencia.
Fue humillante ver como Copiapó salía en los medios de carácter nacional, haciendo noticia por el “cobro de peajes” y amedrentamientos por parte de algunos desconocidos hacia vecinos o turistas, exigiendo dinero a cambio de sacarse una foto con el nombre de la comuna en la Plaza Colipí, donde además coincidentemente se han registrado varias denuncias por robos e intimidaciones.
Un hecho que además fue pesquisado y denunciado por los vecinos a través de redes sociales, quienes cansados de la situación y molestos por la inacción de las autoridades, decidieron actuar.
Meses atrás, presenté ante el concejo municipal la necesidad de crear una nueva ordenanza que regulara la presencia de los “limpiaparabrisas” en las esquinas de la comuna, no contra los jóvenes que practican este oficio para ganarse algo de dinero, sino para controlar a quienes ocupando esa figura, aprovechaban de robar, intimidar y agredir verbalmente a los automovilistas. Se aprobó, pero la falta de fiscalización en esta materia es evidente.
¿Cuándo será el día que volvamos a ver el pasto, los árboles y a la comunidad disfrutando de nuestras plazas y parques?, dejando atrás el paisaje lleno de carpas, ropa colgando, personas bebiendo en la vía pública y exigiendo dinero de mala forma a todo el que pasa por el lugar, lo cual termina ahuyentando a los vecinos y familias.
Pero para que aquello ocurra, no basta sólo con pedir que los vecinos denuncien los hechos delictuales y hasta conductas impropias en los espacios comunes. Evidentemente la comunidad va a colaborar, pero lo que los habitantes de Copiapó esperan de verdad es que sus autoridades actúen, que cumplan con su deber a través de las herramientas que proporciona la actual legislación y sean capaces de dar señales de mayor seguridad en la ciudad.
Mejor coordinación, más fiscalización, patrullajes, medidas, ordenanzas, etc. En palabras simples: llegó la hora de actuar.
Por: Carolina de la Carrera, Concejal de Copiapó