Una investigación multidisciplinaria detectó la presencia de nuevos compuestos tóxicos desde el Golfo de Penas hasta el Archipiélago Madre de Dios. Sus efectos podrían dar cuenta de potenciales efectos negativos en los organismos marinos.
No se sabe cuándo ni cómo llegaron, pero lo cierto es que están allí, en una de las zonas más prístinas del Planeta.
Las Floraciones Algales Nocivas (FAN), comúnmente conocidas como “mareas rojas”, son un fenómeno natural que ocurre por el incremento exponencial de microalgas en los océanos, consideradas la base de las tramas tróficas de los ecosistemas acuáticos. Estos microscópicos organismos envenenan mariscos y peces. Debido a la alta toxicidad, pueden llegar a causar la muerte de los seres humanos que los consumen.
Según un informe elaborado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), las toxinas marinas “representan una amenaza importante y creciente para la salud humana en muchas zonas del mundo”. Históricamente, uno de los lugares considerados más vulnerables a los eventos de FAN son los fiordos y canales del extremo sur de Chile.
Hasta la fecha, en la Patagonia sur, la comunidad científica había identificado, al menos, la presencia de siete toxinas marinas diferentes: diarréica, paralizante, amnésica y otras que co-ocurren al extraer las toxinas diarréicas, tales como las yesotoxinas, pectenotoxinas, espirólidos y gimnodiminas. Sin embargo, un equipo multidisciplinario de científicos encontró dos nuevos tipos que no habían sido registrados en la zona norte de la Región de Magallanes.
El hallazgo se produjo en una campaña oceanográfica encabezada por el Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), la Universidad de Magallanes (UMAG) y el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP). A bordo del buque científico “Cabo de Hornos”, un grupo de 23 investigadores realizó una transecta desde el Golfo de Penas hasta el Archipiélago Madre de Dios.
Durante la expedición se colectó agua superficial a través de resinas que atrapan toxinas y las mantienen preservadas. Posteriormente, las muestras fueron trasladadas hasta los laboratorios del Alfred Wegener Institut (AWI) en Bremerhaven, Alemania. Allí, mediante una técnica analítica muy específica denominada espectrometría de masas en tándem acoplado con cromatografía líquida, se detectaron químicamente las moléculas individuales.
Gracias a ello, los investigadores hallaron azaspirácidos (que en otras partes del mundo es producida por especies de microalgas del género Azadinium y Amphidoma) y pinnatoxinas (generada por la microalga Vulcanodinium rugosum). Los primeros generan en los seres humanos síntomas como náuseas, vómitos, diarreas graves y espasmos de estómago. Las segundas pertenecen al grupo de las iminas cíclicas, cuyos efectos en bioensayos experimentales son tóxicos, por lo que se investiga su potencial efecto en las personas.
Los azaspirácidos se conocen solo desde hace 25 años y pese a que han sido poco estudiados, existe evidencia de que presentan una amplia distribución mundial al igual que las microalgas que los producen. Por su parte, la especie que sintetiza pinnatoxina ha sido reportada con una amplia tolerancia a las salinidades (eurihalina) y soportando temperaturas extremas (termófila), condiciones que no ocurren en la Región de Magallanes.
“Aún no es posible saber el origen biológico ni la fuente primaria de las toxinas. Para determinar de qué manera llegaron a ese lugar, necesitamos series de tiempo que nos permitan seguir investigando. Pese a ello, estos registros serán fundamentales para incorporar nuevas especies a los protocolos de monitoreo”, advierte el toxicólogo químico del AWI, Dr. Bernd Krock.
“Pesquisar estas toxinas conlleva muchísimo tiempo y dedicación. Desde el punto de vista taxonómico a través de la microscopía hay un gran trabajo por realizar. También es necesario detectar las toxinas en el agua de mar y los organismos”, afirma la fitoplanctóloga de IFOP, Dra. Gemita Pizarro.
Implicancias para el ecosistema marino
Dado que aún se desconocen los factores que producen la proliferación de estos compuestos tóxicos en la Patagonia sur, sus consecuencias en el ecosistema marino son inciertas. Pese a ello, una de las hipótesis que maneja el equipo de científicos es que podría tener efectos negativos en los niveles tróficos superiores.
“En los últimos años, desde el Golfo de Penas al sur, se han registrado mortandades en invertebrados, peces y mamíferos marinos que eventualmente podrían estar relacionadas a estas nuevas especies tóxicas en la zona”, explica el investigador del CIGA de la UMAG y el Centro IDEAL, Dr. Máximo Frangópulos.
“¿Cuáles son las condiciones ambientales para que diversas toxinas se encuentren en aguas interiores y océanicas de la Patagonia? Este es un hallazgo relevante que permite abordar nuevas preguntas y líneas de investigación sobre el origen y los factores que las están gatillando”, concluye el oceanógrafo del Centro IDEAL y académico del Instituto de Acuicultura de la UACh, Dr. José Luis Iriarte.
FUENTE: BIOBIOCHILE.CL