Se pueden encontrar hasta a unos 6.500 metros de profundidad y contienen componentes como cobalto y litio, este último necesario para la fabricación de baterías. Su explotación eso sí es cuestionada por conservacionistas, que temen que se puedan destruir ecosistemas únicos.
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Los nódulos polimetálicos, pequeñas rocas del tamaño de una papa alojados en los fondos marinosm son los nuevos minerales en la mira de las empresas mineras, pese al riesgo de destruir ecosistemas únicos.
Estos nódulos depositados en las profundidades del lecho oceánico pueden ser objeto de la primera solicitud de explotación minera submarina que el gobierno de Nauru, una pequeña isla en el Pacífico, tiene previsto presentar ante la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (AIFM) en nombre de la empresa Nori (Nauru Ocean Resources), filial de la canadiense The Metals company.
¿Qué son?
Los nódulos polimetálicos fueron descubiertos durante la expedición científica británica Challenger en la década de 1870. “Inmediatamente se dieron cuenta de que eran interesantes, fue uno de los grandes hallazgos del viaje”, pese a que entonces no se consideraron como un “recurso”, cuenta Adrian Glover, del Museo británico de Historia Natural. Es posible que los nódulos se hayan formado a lo largo de millones de años.
Se trata de fragmentos sólidos -dientes de tiburón, espinas de pescados- depositados en fondos marinos que crecieron a un ritmo muy lento por la acumulación de minerales presentes en concentraciones muy bajas, explica.
Actualmente miden unos 20 centímetros: son como “galletas de metales”, como los denomina el Instituto francés para la Investigación para la Explotación Marina. En las profundidades abisales del océano Pacífico, pobre en alimentos, el ritmo de sedimentación es prácticamente nulo. Una de las razones que explica que los nódulos estén diseminados en el lecho oceánico como “papas” en un campo, dice Adrian Glover.
¿Dónde se encuentran?
Los nódulos polimetálicos se encuentran en la superficie de las planicies abisales a entre 3,5 y 6,5 km de profundidad. Los más abundantes están en la Zona de fractura Clipperton, también conocida como Clarion-Clipperton (CCZ) -frente a las costas de México en el Pacífico-, en el centro del océano Índico y la cuenca de Perú, según la AIFM.
La AIFM ya ha concedido contratos de exploración de estos nódulos a una veintena de empresas, entre ellas Nori, sobre una superficie de unos 75.000 km2 en la CCZ. A esta profundidad, la ausencia de luz impide la fotosíntesis y por tanto la presencia de vegetación, pero las especies animales son abundantes, y los científicos siguen descubriendo nuevas especies. Una fauna única que, para los defensores del medio ambiente, es el auténtico tesoro.
¿Cuáles son sus propiedades?
Los nódulos están compuestos principalmente de manganeso y de hierro, pero también contienen minerales estratégicos como el cobalto, el níquel y el cobre. Según la AIFM, la CCZ cuenta con unos 21.000 millones de toneladas de nódulos, es decir, una posible reserva de 6.000 millones de toneladas de manganeso, 270 millones de toneladas de níquel y 44 millones de cobalto, “lo que supera las reservas conocidas” de estos tres minerales en la superficie terrestre.
Los defensores de la extracción submarina destacan su potencial para las energías verdes, en particular, las baterías para autos eléctricos. “Una batería en una piedra”, resume el eslogan de The Metals Company, que sostiene que son la “vía más limpia hacia los vehículos eléctricos”. Un argumento que rechazan de plano las ONG defensoras del medio ambiente y algunos científicos.
Para Michael Norton, esta afirmación tiene que ver más con las “relaciones públicas que con hechos científicos”. Es “engañoso” decir que la demanda no podrá cubrirse sin los minerales submarinos, dice a la AFP este científico del Consejo Consultivo de las Academias Europeas de Ciencias.
¿Cómo es explotar a 4 km de profundidad?
A diferencia de los otros dos tipos de recursos mineros submarinos regulados por la AIFM – sulfuros polimetálicos y piedras de ferromanganeso rico en cobalto- los nódulos no necesitan en principio cavar o cortar. Lo que no significa que la extracción no tenga ningún impacto.
En las pruebas efectuadas a finales de 2022, Nori sumergió a 4,3 km de profundidad un vehículo para succionar los nódulos y los sedimentos en un área de 80 km. En el interior de la máquina se separan los nódulos y los sedimentos. Un tubo gigante lleva los nódulos a la superficie donde está el buque y los sedimentos vuelven a caer al lecho marino.
ONG y científicos están preocupados sobre todo por el impacto de estos sedimentos y la destrucción de la biodiversidad presente en la materia absorbida. Para Catherine Welle, de Fauna & Flora, la composición única de los nódulos, que atrae a las industrias, es también un hábitat único para la vida submarina.
Una “pausa precautoria” hasta definir su impacto
A principios de mes y previo a la Asamblea de la Autoridad Internacional de Fondos Marinos, el director del Departamento de Cambio Climático del Ministerio de Relaciones Exteriores, Julio Cordano, planteó que “las condiciones que permiten esa actividad minera desde siempre han estado asociadas al desarrollo de ciertas regulaciones y códigos para que que sea sostenible y que sea respetuosa con el medio ambiente, que no tenga efectos colaterales negativos que sean peores que los beneficios de estos recursos”.
Y es que la creciente demanda por minerales estratégicos claves para la transición energética y el agotamiento de muchos de los depósitos terrestres ha provocado que, en los últimos años, una cantidad importante de firmas y naciones hayan puesto su atención en los océanos. De hecho, los datos del ISA revelan que a la fecha se han concedido 31 contratos de exploración de los recursos mineros marinos.
Sobre esto, Cordano dice que en los foros internacionales Chile ha planteado que “no podemos vislumbrar la existencia de actividad minera submarina sin el establecimiento de códigos mineros y ambientales que sean sólidos, que sean robustos, y que nos den garantía de que la actividad minera va a significar algún desastre ambiental. Esa es la posición que hemos tenido hasta ahora”.
“Hay mucho todavía por decidir y por descubrir. El problema que está asociado aquí es que los ecosistemas del fondo marino son vastamente desconocidos, hay muy poca información, muy poca exploración científica de las riquezas que puede haber en esa biodiversidad, y por lo tanto, no podríamos saber qué impacto va a tener esa minería submarina”, precisó.
Fuente: Emol.com – AFP