“Salud, dinero y amor”, reza una antigua invocación de buenos deseos. Mucho de ello parece relacionarse con la felicidad, que hoy conmemora su Día Internacional.
Establecida por las Naciones Unidas, la efeméride posiciona a la felicidad como una meta humana fundamental, reconociendo su relevancia y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. Manifiesta también la necesidad de que se aplique al crecimiento un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de los pueblos.
Con ello dicho, la felicidad es un estado complejo, en el que convergen una serie de factores; las relaciones significativas que mantenemos con nuestros cercanos, la salud física y mental, el sentido de nuestra existencia, la realización personal en distintos propósitos -académicos, profesionales, recreativos-, la actitud con la que enfrentamos los problemas y la gratitud con la que valoramos la existencia.
Evidentemente no existe una fórmula para ser feliz, ya que la combinación exacta de estos factores va a variar según cada persona, así como las circunstancias en las que se encuentre.
Por el contrario, expectativas realistas no cumplidas; dificultades de salud, económicas o laborales; relaciones difíciles; presiones del trabajo, la familia y la sociedad, además de aquellos cambios que desestabilizan nuestra existencia, son enemigos de este estado al que todos los seres humanos aspiramos.
Entonces, la invitación para este Día de la Felicidad, es a reconocer aquellos aspectos de nuestra vida que nos sacan una sonrisa, desde los más complejos hasta los más sencillos, y trabajar tanto para superar las dificultades más grandes -con una mirada realista en cuanto a plazos y a posibilidades-, como a no dejar de disfrutar y celebrar todo aquello que nos hace felices.
Como dijo Walt Disney, “No hay magia en la magia, todo está en los detalles”.
Por Francisca Chappuzeau, Psiquiatra, Nueva Clínica Cordillera