- María Elizabeth Alvarado. Coordinadora Programa InES Género UTEM.
Las brechas de género en investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento (I+D+i+e) -lamentablemente- aún están presentes en las universidades chilenas: diferencias en la participación entre mujeres y hombres en el plantel académico; baja presencia femenina en cargos directivos y menor cantidad de publicaciones científicas desarrolladas por investigadoras son parte de esta realidad. Basta constatar la baja porcentual en las adjudicaciones Fondecyt de este año para evidenciar el fenómeno (el financiamiento femenil alcanza apenas un 30,2% del total de postulaciones).
Sin embargo, es en el plano cultural donde se encuentran las mayores resistencias para generar cambios sustantivos. Es urgente formar e informar respecto al por qué incorporar el género en aspectos que parecen ajenos a su influencia. Necesitamos mantener como tarea constante la visibilización y sensibilización de las desigualdades en las relaciones de género, para desarrollar capacidades reales y consciencia sobre las violencias que operan de manera subterránea.
En general, las ciencias se asumen como objetivas y –aparentemente- libres de prejuicios. Sin embargo, están plagadas de inequidades: los temas elegidos no consideran que el mundo está generizado; quienes enseñan son mayoritariamente hombres; o las bibliografías no tienen referentes femeninos, entre otras problemáticas. Estos sesgos no permiten la emergencia de lo femenino o la aparición de propuestas desde las diversidades.
Este 8M es una oportunidad propicia para dar protagonismo a las mujeres que trabajan en ciencias e investigación y han logrado vencer los obstáculos puestos por esta sociedad, que está condicionada por la estructura patriarcal que sub-representa lo femenino. Por ello, debemos incentivar y desmitificar desde la escuela la arraigada idea de que las niñas no son buenas para las ciencias, que hay carreras sólo para hombres y que la meritocracia es la única fórmula, para así desbaratar las dificultades que tienen las mujeres durante su proceso formativo, siendo los principales ejemplos de ello la deserción femenina en carreras STEM o los obstáculos para continuar con estudios de postgrado.
En la Educación Superior esta nueva conmemoración del 8M encuentra a las universidades en nuevas reflexiones que desembocan en compromisos con batallas que se libran en lo disciplinar y en la generación de otras formas de pensar la convivencia entre y desde los géneros, intentando no olvidar otras inequidades como raza, clase social, edad u origen territorial y nuevos desafíos que complejizan la creación de conocimiento.
Sólo entendiendo la urgencia y necesidad de estos cambios, lograremos una educación superior en equidad.