Por Samuel Fernández Illanes
Ex embajador y académico U. Central
Varios detonantes han incitado al régimen a una actitud agresiva. Tal vez ante el fraude electoral programado se podían anticipar. Pero la amplitud y el rechazo masivo fue inesperado, y menos que quedara en evidencia la maquinación, irrefutablemente. Ninguna democracia verdadera ha dejado de repudiarla y exige las actas, tal vez destruidas o en proceso de falsificación. Para no perder la iniciativa y sólo con el reconocimiento de los incondicionales, rompió con los demás y los insulta. Abandonó Latinoamérica, retiró sus representaciones y expulsó las extranjeras. A cambio, obtuvo el respaldo de potencias foráneas, Rusia, China e Irán. No exigirán que se respete la democracia o se reconozca al verdadero triunfador. Incrementan su presencia regional y prefieren a Maduro. Un juego riesgoso superior a sus capacidades.
Expertos de la ONU publicaron un informe asegurando que la elección no cumplió los requisitos de transparencia e integridad. Los tildó de “basura” y otros desplantes de caricatura, como la guerra a las plataformas electrónicas. Un recurso conocido para intentar ocultar el recrudecimiento de la represión, encarcelamiento y juicio a opositores, más las amenazas a Edmundo González y Corina Machado. Pretenden intensificar el temor, aunque la mayoría de la población ha llegado al límite y parece dispuesta a todo. No tiene más que perder.
Un claro delirio de un régimen que sólo reitera consignas y no resuelve nada. Seguramente atemorizado ante el final casi siempre dramático de tantas dictaduras. Infunden miedo para no confesar que lo tienen por un futuro incierto.