Una de las primeras preguntas que se realiza en la encuesta Casen es quién tiene la “jefatura del hogar”. “Es una declaración tradicional que se hace al inicio de las encuestas (y censos) para ayudar a vincular a los distintos miembros del hogar con uno de sus integrantes”, explica David Bravo, economista y director del CEEL UC. “Básicamente es una pregunta que tiene por objeto que la persona que está respondiendo pueda enumerar de manera adecuada a los miembros del hogar y que ponga un referente de esas personas”, añade.
Aunque se trata de una definición autodeclarativa, vale decir, que depende de quién responda, y los criterios que ocupe para determinar quién es la cabeza de ese hogar, en los últimos 32 años prácticamente se ha duplicado la proporción de hogares que declara tener una mujer como jefa de hogar. Si en 1990 el 20,2% de los hogares tenía a una jefa de hogar, en 2022 el 47,7% tiene un liderazgo femenino, según cifras Casen.
En 2022, a partir de los datos de esta encuesta (que incluye el trimestre noviembre 2022 a enero 2023), había siete millones de hogares en el país. De ellos, un 47,7% tenía a una mujer declarada como jefa de hogar, es decir, un total de 3,34 millones de hogares, mientras que 3,66 millones de hogares tenían a un hombre declarado como jefe de hogar (52,3%).
Según Bravo, a medida que los patrones culturales van cambiando, pareciera ser también lo que está detrás. Así se demuestra con “esta mayor autodeclaración como jefas de hogar en el caso de las mujeres”.
Eduardo Pino, académico del Departamento de Psicología de la Universidad de Magallanes, explica que el que la mujer sea la que lleve el hogar en la familia no es necesariamente un fenómeno nuevo. “En nuestro país la mayor parte de las familias monoparentales es liderada por una mujer, adoptando la responsabilidad de criar y educar a los hijos sola. Lo que ha cambiado gradualmente con el tiempo son los prejuicios que la sociedad evaluaba de una mujer sola, ya que a pesar del sacrificio de enfrentar las dificultades sin ayuda, se valoraba la estructura de una familia tradicional”, añade Pino.
Uno de los factores que han hecho que las mujeres se consideren como jefas de hogar es la mayor independencia económica. “Esto está estrechamente relacionado con la mayor participación de las mujeres en el mundo del trabajo”, señala Manuel Ortiz, director del doctorado de Psicología de la Universidad de La Frontera.
A pesar de que tanto hombres como mujeres tienen las mismas habilidades para conducir un hogar, posiblemente las diferencias que se observan se deben a patrones de socialización y de crianza, donde se enseña a los hombres a tener un rol más pasivo en relación con las tareas del hogar.
En la medida en que los patrones de socialización y de crianza propendan hacia la distribución equitativa de roles y responsabilidades en el hogar y también en el mundo del trabajo, es posible que se vea a más hombres haciendo labores del hogar.
Sin embargo, “las presiones asociadas al estereotipo de lo que una mujer debe hacer, lamentablemente siguen estando presentes puertas adentro”, añade el académico UFRO. Durante el confinamiento esto se pudo observar con más fuerza: a las labores del hogar se sumó el teletrabajo para las mujeres.
La redistribución de las labores de cuidado “no puede seguir siendo algo que corresponda solo a las mujeres”, dice Luz Reidel, abogada de Corporación Humanas. Debe redistribuirse de manera equitativa entre hombres y mujeres, y es por eso que debemos avanzar hacia un modelo que nos permita redistribuir las labores de cuidado entre las familias y el espacio público.
“Porque en la medida en que no avanzamos hacia ese lugar, no estamos avanzando en igualdad para todas las personas”, añade.
¿Mayor liderazgo femenino?
Reidel explica que el mayor conflicto al definir el concepto de “liderazgo” en este caso tiene que ver con la multiplicidades de deberes y de tareas que las mujeres realizan en la actualidad: “Lamentablemente, vemos que dada esta multiplicidad de roles en que persiste esta visión tradicional que impone a las mujeres los roles que dicen relación con los cuidados de la familia, de quienes requieren cuidados, con las tareas domésticas, esto lo ejercen de manera sumamente desproporcionada”.
Lo que, en definitiva, según Reidel, ralentiza el proceso de incorporación de la mujer a este tipo de posiciones de liderazgo. Además, el concepto de liderazgo “es algo que tenemos que transformar también hacia un enfoque en los derechos de las mujeres de ocupar espacios de poder y de toma de decisiones, porque más allá de hacerlo o no, las mujeres tenemos el derecho de participar en estos espacios en igualdad de condiciones”.
Según el INE, solo el 52,7% de las mujeres que está en edad de trabajar lo hace. Diferente al 73,8% de los hombres. El 96,6% reconoce, además, que los motivos son principalmente razones familiares permanentes (sólo un 1,7% de los hombres da esa razón), es decir, tener que realizar trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en sus hogares. Mientras que para los hombres la principal razón es estar estudiando (38,4%).
Además, otros datos muestran que las mujeres destinan 5,94 horas promedio en ocio y vida social, los hombres dedican 6,43 horas al día, una diferencia diaria de 0,49 horas (29,4 minutos), lo que en una semana suma 3,43 horas.
A pesar de los números, ¿ha mutado realmente el rol de la mujer en los hogares chilenos durante los últimos 20 años?
“Los roles que cumplen las mujeres están multiplicados”, señala Reidel. Porque el rol tradicional que cumplen las mujeres dentro de los hogares, que ha sido asignado en base a estereotipos de género, como hacerse cargo del cuidado de la familia y del hogar, “no ha cambiado de manera sustantiva en las últimas cifras con las que contamos, que nos muestran que las mujeres se dedican desproporcionadamente a las labores de cuidado versus el tiempo que dedican los hombres”.
Anne Traub, directora ejecutiva de la Fundación Familias Power, explica que depende de los hogares, ya que hoy claramente existe mayor conciencia del concepto de corresponsabilidad, “pero esto se da principalmente en los sectores más acomodados”. En estos segmentos es casi impensable que la mujer no trabaje debido a los costos y estándares de vida. “Eso ha generado que las parejas tengan que también hacerse responsables, de manera más balanceada, de los hijos, de los colegios, de la casa”, añade.
En los contextos vulnerables, sin embargo, se ha avanzado de forma muy distinta. “Como fundación, hemos visto que muchas mujeres al estar solas no tienen opciones de emplearse o emprender, por no tener alternativas de cuidado para los hijos. Tampoco acceden a empleos formales, porque no pueden cumplir horarios. Otras, estando en pareja, tampoco trabajan porque deben cuidar a los niños. La autonomía financiera es clave para que las mujeres seamos libres y esto en los contextos vulnerables, lamentablemente, es mucho más complejo”.
La mayor apertura e incorporación de mujeres a los espacios universitarios, académicos, y laborales ha significado que las mujeres asumen roles a su quehacer cotidiano, “lo cual no implica necesariamente que los roles típicos asociados a hombres y mujeres hayan cambiado”, dice Ortiz.
“Me inclino a pensar que más bien las mujeres han mantenido su rol tradicional”, añade el académico, y a este le han sumado mayor participación en el mundo profesional, lo cual, ciertamente, va en detrimento de ella, pues uno puede observar situaciones como la “sobrecarga del rol”, que se asocia a peores resultados en salud mental y física. Entonces, eso significa que las mujeres han sumado roles, sin que eso necesariamente haya implicado que los hombres lo hayan hecho.
Reducir la brecha de género
Para reducir la brecha en cuanto a los roles, lo primero que se debe hacer, de acuerdo a Reidel, es generar un cuestionamiento respecto de dónde viene esta imposición de roles para poder modificarlo. Es decir, se debe favorecer que existan los cambios socioculturales, para que la sociedad completa comprenda e interiorice que hombres y mujeres son iguales. “Que debemos tener las mismas oportunidades y, en definitiva, se nos deben reconocer y asegurar los mismos derechos. ¿Qué requiere esto? Por una parte, una política de Estado”, enfatiza la abogada.
Asimismo, uno de los pasos para avanzar en ello es valorar y reconocer, en definitiva, las labores de cuidado y el trabajo no remunerado que realizan las mujeres. “Todavía estamos en una sociedad en que ese tipo de trabajos son asociados a otros valores y no al dinero, y no se encuentran reconocidos, una tarea que carece de todo prestigio social y debemos avanzar hacia esa valoración y hasta ese reconocimiento”, enfatiza la abogada.
¿Se podría esperar un aumento en las jefaturas de hogar por parte de las mujeres? Bravo afirma que “sí, vamos a ir caminando hacia un mayor emparejamiento en la declaración de jefatura de hogar. Precisamente, porque los hogares con cónyuge van a seguir aumentando”. De hecho, dentro de muy poco, la mitad de los hogares en Chile serán liderados por una mujer.
La tercera