Esta semana la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó eliminar la obligatoriedad de la enseñanza básica completa para obtener la licencia de conducir clases B, C y F; una muy mala noticia para nuestro país, considerando las estadísticas de accidentes de tráfico que hemos tenido en los últimos 20 años.
Algunas cifras: en el año 2000 hubo 40.926 accidentes con 1.698 fallecidos; en el año 2010 hubo 57.746 accidentes con 1.595 fallecidos; en el año 2021 hubo 80.751 accidentes de tránsito con 1.688 fallecidos. Es decir, en Chile se producen 221 accidentes de tránsito y fallecen 5 personas diariamente por esta causa (este promedio diario de fallecidos por accidentes de tránsito se ha mantenido durante los últimos 30 años), cifras que, a vista de nuestros legisladores, “justifican” bajar las exigencias para obtener licencia de conducir.
Dada la preocupante situación de accidentalidad y mortalidad en las calles y carreteras de Chile, las medidas deberían ir en el sentido opuesto, es decir, contar con planes y programas de seguridad vial que eduquen a los usuarios desde edades tempranas, iniciando en la etapa preescolar, siguiendo durante toda la escolaridad hasta la enseñanza media, para finalizar en las Escuelas de Conductores, las cuales deberían ser controladas de manera periódica, revisando los contenidos de los cursos, los profesionales que dictan los cursos y la infraestructura mínima para funcionar.
Debemos aprender de las políticas implementadas en países que han logrado disminuir los fallecidos por accidentes de tránsito, políticas que han sido actualizadas de manera periódica, aumentado las exigencias para obtener la licencia de conducir, donde se incluye el perfil psicológico del usuario del vehículo, asunto absolutamente necesario el día de hoy, solo vasta circular unos minutos por nuestro espacio vial para darse cuenta que la convivencia en el espacio público es muy mala y que la mayor parte de los usuarios no está dispuesto a modificar su conducta en virtud de una mejor y más segura circulación en el espacio vial. Si no nos tomamos en serio el problema de la (in)seguridad vial, las cifras de accidentes seguirán en aumento y se seguirán destruyendo las vidas de familias completas por la muerte de un ser querido, muertes que, de acuerdo con la experiencia internacional, se pueden evitar.
Por: Dr. Alejandro Torres Flores, Académico Escuela de Ingeniería, UCEN