Es difícil escribir sin tener miedo, viendo el futuro incierto, pero han y siguen siendo las crisis los focos de inspiración para el cambio. El mundo académico tendrá que responder a muchas interrogantes, en particular los que enseñamos arquitectura, no será lo mismo. Desde hoy nuestro discurso, los contenidos, perfiles de egreso, las competencias cada vez mas exigentes en el uso de tecnologías deberán volver a estudiar la naturaleza, combinar lo científico con lo humano y dejar de mirarse el ombligo para escuchar las voces desde la humildad de querer aprender, de crecer mirando al otro y tantas sabidurías enterradas por la soberbia que nos ciega en esas frenéticas búsquedas del poder.
El Chile profundo quedó a la vista y es aquella dimensión que nos llama al trabajo interdisciplinario, quizás la búsqueda de líderes para asumir nuevas formas de poder nos lleve mucho más a lo colectivo y entender que el acto de la creación tiene intimas relaciones con la concepción, que lo femenino tendrá un rol mucho mas profundo y relevante en una nueva forma de relacionarnos y esa lucha entre lo intuitivo y lo real, dejará espacios creativos para expresar y hacer en equipo.
Volver a ver la cordillera en Santiago, volver a tocar la orilla en Valparaíso, no seguir expandiendo radios urbanos tapando humedales en Puerto Montt, experimentar el paisaje en las escuelas, ocuparse del cambio climático, la educación debiera ser el más poderoso auxiliar de la naturaleza, es cierto, el ser humano es la única criatura a quien hay que educar.
Zaguanes sanitarios, huertos verticales, acortar distancias en bicicleta, equilibrar las áreas verdes, revisar las densidades, desarmar la centralidad y crear subcentros y ciudades intermedias con identidades culturales propias, y sobre todo creer que se puede hacer.
Fuente: Uwe Rohwedder – Académico escuela de Arquitectura y Paisaje, U.Central