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Violencia en Rosario: Quién es el peligroso jefe narco que controla desde la cárcel los asesinatos en la ciudad argentina

El barrio Empalme Graneros es uno de los más pobres y violentos de Rosario, y allí, en medio de esa cruda escenografía de casas de chapa y ladrillos huecos, los llamados Salteños, un clan familiar, controlan un pequeño radio de la venta de drogas. Este grupo criminal tributa a uno de los capos de la droga en la ciudad argentina: el ciudadano peruano Julio Rodríguez Granthon, un ex piloto de aviación que está preso en el penal de Ezeiza (provincia de Buenos Aires), con dos condenas sobre su espalda, una por narcotráfico y otra por participar en el plan para ejecutar con dos sicarios al ex concejal Eduardo Trasante.

El Peruano, como apodan a Rodríguez Granthon, pasó de ser proveedor de cocaína de la banda criminal “Los Monos” -una de las más peligrosas de la ciudad- a socio. Pero con su inteligencia y un extremo desenfreno en el uso de la violencia, según delinean los fiscales que lo investigan, logró ganar espacio en el mapa narco de Rosario, sobre todo en el oeste, y puntualmente en el barrio Empalme Graneros, donde el domingo se produjo el crimen de Máximo Geréz, de 11 años, que fue acribillado junto a otros chicos en la misma cuadra del sector que llaman Los Pumitas, donde también vivían Los Salteños, cuyo padre e hijo, Cristian y Juan José, están presos en el penal de Piñero, en Santa Fe.

El crimen de Máximo y el ataque contra los tres chicos que fueron heridos –uno de ellos está en grave estado- muestra cómo funciona la dinámica narco en los barrios de Rosario. Aporta una explicación sobre por qué esta ciudad tiene una tasa de homicidios cuatro veces más alta que el promedio nacional (5,1 homicidios cada 100.000 habitantes), y el año pasado la cifra de crímenes llegó a 288, la más alta desde que se tenga registro.

Los Villazón controlaban una decena de búnkeres en Empalme Graneros. Esos puntos de venta de droga funcionaban en casas usurpadas a la fuerza o en kioscos y almacenes. Recaudaban entre 8 y 10 millones de pesos por semana (entre 32 y 40 millones de pesos chilenos) , calcula un investigador. Se sospecha que entre un 20 y un 30 por ciento iba a la “caja negra” de la policía. Con tantos competidores en la venta de drogas, un espacio geográfico tan pequeño, lo que mantiene vivo el negocio es la violencia.

Cristian Villazón, padre de Juan José, el líder de Los Salteños, fue condenado el 7 de septiembre del año pasado a 15 años de prisión por un triple homicidio. Debería haber sido sentenciado a prisión perpetua, pero la investigación no reunió las pruebas suficientes.

En ese triple crimen se cristalizó la violencia desenfrenada que usan estos grupos criminales de la marginalidad. Sicarios mataron a Cristopher Albornoz, hijo de Miguel Ángel, conocido como Caracú, un histórico narco de la zona, a su pareja, Florencia Corbalán y a una bebé de un año y medio.

Juan José Villazón, hijo de Cristian, también está preso en el penal de Piñero, por varios delitos. Este joven de 21 años es sospechoso de haber participado del ataque a tiros contra el canal Televisión Litoral el 12 de diciembre pasado. La investigación busca determinar el móvil de este atentado contra un medio de comunicación.

Control desde la cárcel

Al mando de Los Salteños está Julio Rodríguez Granthon, preso en el penal federal de Ezeiza. El poder de El Peruano creció de manera vertiginosa en los últimos tres años desde las prisiones en las que estuvo alojado, entre ellas Piñero, en Santa Fe, y Marcos Paz y Ezeiza, penales federales situados en la provincia de Buenos Aires.

El crecimiento del perfil de este hombre de 30 años, que emigró desde Perú hace una década a la Argentina, queda al descubierto en las investigaciones judiciales que se originaron contra este ex piloto. En la última, que presentaron en una audiencia a fines de diciembre pasado los fiscales Valeria Haurigot y Franco Carbone –quienes fueron amenazados en las audiencias por miembros de la organización criminal-, se desgrana el crecimiento económico y el poder que Rodríguez Granthon tiene en varios barrios de Rosario, donde un grupo de sicarios que trabajan para él logran sostener con extrema violencia un negocio millonario que se mueve con la provisión de droga a otras organizaciones y también la venta directa.

Nadie sabe muy bien entre los investigadores cómo Rodríguez Granthon desembarcó en Rosario. Existen versiones de que este ex piloto de aviación comercial llegó a Argentina hace una década y tras permanecer dos años en la Patagonia recaló en Rosario, donde comenzó a proveer de cocaína a la banda de Los Monos y luego tomó vuelo propio. Su familia se instaló en Funes, donde vive en una casa de grandes dimensiones y maneja una empresa de transporte que se llama Messina Hermanos, cuyos verdaderos titulares son solo una pantalla, de acuerdo a la investigación.

Esta última investigación, que logró profundizar sobre la estructura criminal que montó Rodríguez Granthon con sus sicarios, entre ellos Los Salteños, se originó a partir de los ataques a balazos que denunció una mujer el año pasado. El Peruano baleó tres veces su residencia como forma de presión para que el hijo de la mujer pague una deuda de 150.000 dólares que el jefe narco le reclamaba.

Desde la cárcel, Rodríguez Granthon llamó en marzo del año pasado a la madre del supuesto deudor y le explicó por qué disparó contra su casa. La mujer estaba aterrada porque su hija, que estaba embarazada, vivía en la parte de atrás de su vivienda y temía que si volvían a disparar resultara herida.

“Yo con ninguno de mis hijos me hablo, desde que ellos empezaron a hacer estas cosas cada uno se fue de mi casa. Yo soy una pobre mujer laburante que lo único que tengo es esta casa y un rancho atrás donde vive mi hija que está embarazada”, le explicó la mujer.

“No, por favor señora, quédese tranquila. No pasa nada con usted, pero vea si puede comunicarse con su hijo porque él no se comunica conmigo y yo ya no sé de qué forma recurrir para que él me llame para que por lo menos de la cara como un hombre lo haría, ¿me entiende?”, advirtió Rodríguez Granthon, que pretendía que la mujer llamara a su hijo y lo presione que le pague al jefe narco los 150.000 dólares que debe de una provisión de estupefacientes.

Los que dispararon contra la casa de la mujer son los sicarios que trabajan para Rodríguez Granthon, que reciben las órdenes a través de los teléfonos que El Peruano posee en la cárcel de Ezeiza. En los allanamientos que ordenaron los fiscales se incautaron en ese penal y en Piñero, donde están alojados miembros de la banda, 40 celulares.

Las evidencias que presentaron Haurigot y Carbone muestran el dominio creciente de este ex piloto peruano en los últimos años, que parece haber aprovechado los espacios vacantes que empezaron a quedar en el mapa narco, tras los controles más severos que tienen en las cárceles federales Ariel Cantero, conocido como Guille, y Esteban Alvarado.

Fuentes judiciales apuntan que este hombre de 30 años se empieza a consolidar en el tejido narco rosarino con un liderazgo en el que confluyen características que no tienen otros capos barriales, como contactos con el extranjero para canalizar la llegada de cocaína –que tiene una corona como sello de calidad-, que sirve para proveer a otros grupos mafiosos.

También apuntan como uno de los ítems de su perfil el manejo de grandes cantidades de dinero, que envía a través de distintas plataformas a Perú, donde su padre Francisco viaja asiduamente. Y una característica que sí lo emparenta con sus colegas locales: usa métodos sangrientos para dominar los territorios. Aparece sindicado de tramar el último ataque contra Televisión Litoral. Fueron detenidos quienes robaron el auto que se usó en el ataque, pero aún la investigación no llegó a establecer el autor intelectual.

Hace tres años, cuando se realizó un megaoperativo bajo el rótulo “coronas blancas” –era el sello que tenían inscriptos los panes de cocaína- Rodríguez Granthon aparecía ligado a la banda de Los Monos, más específicamente como proveedor de cocaína de Ariel Cantero, alias Guille, y de su padre Máximo, conocido como El Viejo.

Desde la cárcel de Piñero, donde estaba preso en ese momento –luego fue trasladado a Marcos Paz y después a Ezeiza- impartía órdenes para que sus socios distribuyeran cocaína en varias zonas de Rosario. Entre el 4 y el 5 de noviembre de 2019 el grupo sufrió un fuerte golpe luego de que efectivos de la División Antidrogas Rosario de Policía Federal realizaran múltiples allanamientos y detuvieran a siete personas, a los que les incautó 15 kilos de cocaína y mucho dinero: 5.000.000 de pesos (20 millones de pesos chilenos) y más de 100.000 dólares. Esa cantidad de droga era la que se distribuía por semana en Rosario, según calcularon los investigadores.

Fuente: Emol.com

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